Así matan los combustibles fósiles: un estudio
advierte del impacto de la crisis climática en la salud global
El informe alerta de que el
calentamiento empeora dolencias cardiovasculares y respiratorias y aumenta las
muertes relacionadas con el calor, los problemas mentales y la inseguridad
alimentaria
Por: MANUEL PLANELLES
La crisis climática vinculada
directamente a la quema de combustibles fósiles es
ya un gran problema de salud global. A medida que el calentamiento hace
más frecuentes e intensos los
fenómenos meteorológicos extremos —como las olas de calor, las inundaciones y las grandes sequías—
crecen los daños sobre la salud del ser humano. Desde 2016, un grupo de
investigadores internacionales analiza a través de cuatro decenas de
indicadores esos impactos en el estudio The Lancet Countdown, y la conclusión
principal de esta séptima edición es rotunda: “Muestra los peores hallazgos
hasta el momento”. Porque “el cambio climático está socavando cada vez más
todos los pilares de la buena salud y agravando los impactos de la actual
pandemia de la covid-19 y los conflictos geopolíticos”, como la guerra en
Ucrania y los precios energéticos. “La crisis climática nos está matando”, ha
resumido António Guterres,
secretario general de las Naciones Unidas, tras la publicación de este estudio.
En
esta edición, los investigadores se esfuerzan por resaltar la vinculación del
cambio climático a los combustibles fósiles: el petróleo, el gas natural y el
carbón. Estos son responsables de alrededor del 80% de los gases de efecto
invernadero que expulsa el ser humano y que acaban en la atmósfera sobrecalentando
el planeta. “La persistente sobredependencia de los combustibles
fósiles está empeorando el cambio climático, lo que repercute peligrosamente en
la salud de las personas de todo el mundo. Los datos indican que ningún país
está a salvo”, avisan. Además, los investigadores recuerdan en su estudio que
esa dependencia también ha “empujado al mundo a una crisis energética y del
coste de la vida”.
El
calentamiento ha alcanzado ya los 1,1 grados Celsius respecto a los niveles
preindustriales y la previsión es que siga aumentando en las próximas décadas
debido a los gases ya emitidos. Lo que se intenta es reducirlos de tal manera
que el incremento de la temperatura media global se quede dentro de unos
límites de seguridad: que no se supere la barrera de los 2 grados y, en la
medida de lo posible, los 1,5.
Daños
Los
daños a la salud por la exposición al calor extremo “están aumentando” y
“afectando la salud mental, socavando la capacidad de trabajar y hacer
ejercicio”, advierte el estudio, en el que han participado 99 expertos de 51
instituciones. Porque esa exposición “exacerba enfermedades subyacentes como
las cardiovasculares y las respiratorias, y provoca golpes de calor, desenlaces
negativos del embarazo, patrones de sueño alterados, problemas de salud mental
y aumento de las muertes”.
Aunque
esta crisis afecta a todos, no golpea con la misma intensidad a todo el mundo.
Los grupos de población más vulnerables son los que más sufren. Así ocurre, por
ejemplo, con las personas mayores: el informe resalta que las muertes
relacionadas con el calor en los mayores de 65 años aumentaron un 68% en el
periodo comprendido entre 2017 y 2021 en comparación con el 2000-2004.
Esa
misma asimetría respecto a los daños entre los grupos de población también se da entre países.
Un buen reflejo son los impactos en la seguridad alimentaria, que se está
viendo afectada profundamente: “El aumento de las temperaturas y los fenómenos
meteorológicos extremos amenazan directamente el rendimiento de las cosechas,
acortando la temporada de crecimiento de los cultivos en 9,3 días para el maíz,
1,7 días para el arroz y 6 días para el trigo de invierno y primavera”. Esto ha
llevado a su vez a un incremento del número de personas en situación de
inseguridad alimentaria. A ello contribuyen también las sequías: un 29% más de
la superficie terrestre mundial se vio afectada por alguna sequía extrema anual
en el periodo comprendido entre 2012 y 2021, en comparación con el período de
1951-1960.
Pero
el informe no solo habla de lo que está ocurriendo ya, sino que es un aviso de
lo que puede venir. Así lo explica la profesora Elizabeth Robinson, directora
del Instituto de Investigación Grantham de la London School of Economics y una
de las autoras del informe: “El cambio climático ya está teniendo un impacto
negativo en la seguridad alimentaria, con implicaciones preocupantes para la
malnutrición y la desnutrición. Un mayor aumento de la temperatura, de la
frecuencia e intensidad de los fenómenos meteorológicos extremos y de las
concentraciones de dióxido de carbono, ejercerá aún más presión sobre la
disponibilidad y el acceso a alimentos nutritivos, especialmente para los
sectores más vulnerables”.
La
crisis climática contribuye además a la propagación de enfermedades
infecciosas. Por ejemplo, la duración del periodo para la transmisión de la
malaria aumentó un 32,1% en las zonas altas de América, y un 14,9% en África
entre 2012 y 2021 (respecto al periodo 1951-1960). Junto con la pandemia de
covid, “el aumento de las enfermedades infecciosas debido al cambio climático
ha provocado errores de diagnóstico, presión sobre los sistemas sanitarios y
dificultades para gestionar los brotes simultáneos de enfermedades”, añade el
estudio.
Los
autores también hacen un análisis del sector de los combustibles fósiles y del
apoyo público que recibe. Denuncian que “los gobiernos y las empresas siguen
dando prioridad a la extracción y quema de combustibles fósiles, a pesar de los
intensos y agravados daños que el cambio climático ocasiona a la salud”. Se
lamentan de que la intensidad del dióxido de carbono del sistema energético
mundial se ha reducido en menos de un 1% con respecto a los niveles de 1992,
cuando se adoptó la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio
Climático. En ese tratado, los países del mundo ya se comprometieron a luchar
contra el cambio climático, pero las emisiones han crecido casi
ininterrumpidamente desde entonces.
Ritmo
lento
Es
cierto que ha empezado una transición incipiente con la implantación de
renovables y la movilidad eléctrica, que no emiten dióxido de
carbono, pero en el informe se advierte de que “al ritmo actual de cambio, la
descarbonización total del sistema energético llevaría 150 años”, lo que supone
incumplir el objetivo de los 1,5 grados. Para conseguir esa meta se necesita la
descarbonización casi total a partir de la segunda mitad del siglo. Pero “los
gobiernos siguen fomentando la producción y el consumo de combustibles fósiles”
y “subvencionan” el petróleo, el gas y el carbón, apostilla el estudio.
El
secretario general de las Naciones Unidas ha abogado este miércoles por poner
en marcha “inversiones masivas” en energía renovable y en medidas de adaptación
para que la población se proteja frente a los impactos negativos del
calentamiento para garantizar así “una vida más saludable y segura para las
personas en todos los países”. Los beneficios, destaca el informe, serán
muchos, además de limitar al aumento de la temperatura. “Las mejoras en la
calidad del aire ayudarían a evitar las muertes relacionadas con la exposición
a la contaminación atmosférica por material particulado derivadas de los
combustibles fósiles, que solo en 2020 fueron 1,3 millones” (117.000 de ellas
en Europa). Además, “acelerar la transición hacia dietas más equilibradas y
basadas en vegetales no solo reduciría un 55% de las emisiones del sector
agrícola procedentes de la producción de carne roja y leche, sino que también
evitaría hasta 11,5 millones de muertes anuales relacionadas con los hábitos
alimenticios y reduciría el riesgo de enfermedades zoonóticas (que pueden
transmitirse entre animales y seres humanos)”, añade el estudio.
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