martes, 14 de agosto de 2018




Estados Unidos da la espalda a los idiomas extranjeros

Solo el 20% de los alumnos estadounidenses de colegios públicos aprende otra lengua en su etapa escolar, en comparación al 92% de los europeos

En casi la mitad de los países europeos es obligatorio que las escuelas enseñen un idioma extranjero durante al menos un año. Y donde no es ley, una amplia mayoría de colegios lo hace de todas formas. El 92% de los estudiantes aprende otra lengua, y el inglés domina la oferta y la demanda. Sin embargo, en Estados Unidos el interés por conocer otros idiomas no es correspondido. Solo el 20% de los alumnos recibe clases de un idioma extranjero, que suele ser español. Tiene sentido en un país donde hay 40 millones de hispanohablantes.

Sèbastien Lefort, matemático francés de 37 años, aprendió inglés y un alemán ramplón cuando estudió en un colegio público en Metz. Su hija de seis años ya tiene clases de inglés y a los 12 podrá escoger un segundo idioma para agregar a su currículo. En Francia, al igual que en otros seis países europeos, el 100% de los estudiantes de primaria y secundaria aprenden un segundo idioma, según Eurostat. Lefort aclara que la enseñanza que él recibió no fue de calidad, dando crédito a la fama que tienen sus compatriotas. “En Francia, durante mucho tiempo, a nadie le importaba hablar inglés, por lo que hay muchos profesores de la vieja escuela que simplemente no lo hablan”. Ahora ve que su hija va mejor encaminada porque a pesar de su corta edad ya ha viajado fuera del país y entiende que existe solo una llave para comunicarse globalmente: el inglés.

En Europa, los estudiantes suelen comenzar a estudiar su primera lengua extranjera como asignatura obligatoria entre los 6 y los 9 años. Además, 20 países tienen en sus planes lectivos un segundo idioma extranjero en el instituto, según un informe de Pew Research Center. El 92% de los estudiantes del Viejo Continente aprende una segunda lengua en la escuela —en España un 96%—, que es mayoritariamente inglés, seguido por francés y alemán. Un panorama totalmente distinto al de las aulas de Estados Unidos. En los 50 Estados que integran la primera potencia mundial, solo el 20% de los estudiantes de K-12 (como se denomina a la educación primaria y secundaria) tienen clases de idiomas extranjeros, según el Consejo Americano de Educación de 2017. La académica Aneta Pavlenko explica que esa diferencia radica en la baja motivación. “Cuando viajan, los suecos y los holandeses no esperan alojarse en un sitio donde hablen su propio idioma. Los estadounidenses no tienen ese problema”. La experta considera que la mayor desventaja de que Estados Unidos no hable otro idioma —algo que está cambiando con la fuerte presencia del español— es que no acceden a información y perspectivas distintas de los nacionales. “Los estadounidenses están relegados a recibir noticias de segunda mano sobre el resto del mundo”, concluye.

Hay Estados y ciudades de EE UU donde sí se han implementado normativas que incluyen la enseñanza de un idioma distinto del inglés para graduarse en el instituto. En California, por ejemplo, es obligación cursar un curso de artes o un idioma extranjero (entre los que se incluye el lenguaje de señas estadounidense) para lograr la titulación. En el caso de los alumnos de Oklahoma pueden optar por cursar dos años de la misma lengua extranjera o bien recibir clases de informática. Por el contrario, los estudiantes de Nueva Jersey, la ciudad ejemplo, deben obtener “al menos cinco créditos en idiomas del mundo” para poder terminar el ciclo formativo.

En total, diez Estados y el Distrito de Columbia exigen una lengua extranjera para obtener el título, los requisitos de otros 24 Estados permiten elegir entre un segundo idioma u otro tipo de cursos y 16 Estados no exigen ningún tipo de requisito relacionado con el aprendizaje de un segundo idioma.

En EE UU no existe una normativa nacional respecto a la enseñanza de idiomas, como sí ocurre en la mayoría de los países europeos. Los requisitos se establecen principalmente en el distrito escolar o en lo estatal. Nueva Jersey presume de ser la ciudad con la mayor tasa de alumnos que estudian un segundo idioma, con un 51%, seguido por el Distrito de Columbia, la capital del país (47%), y Wisconsin (36%). Al otro lado del Atlántico, Bélgica tiene el porcentaje europeo más bajo de estudiantes que aprenden otro idioma con un 64%.
La comparativa puede resultar injusta considerando que el inglés es el idioma más poderoso del mundo. No por tener el mayor número de hablantes nativos —el mandarín y el español tienen más—, sino por ser la segunda lengua más extendida, con cerca de 1.500 millones de angloparlantes. El estadounidense, además, no considera que aprender un idioma sea necesario para triunfar laboralmente. Solo para el 36% de los estadounidenses hablar un idioma extranjero es importante para tener éxito en el trabajo. Casi el mismo porcentaje que saber usar las redes sociales (37%), según otro estudio de Pew Research Center.


jueves, 2 de agosto de 2018



Cuando Chile quiso vender la Isla de Pascua a los nazis

El país sudamericano necesitaba dinero en 1937 para comprar dos cruceros. La revelación está incluida en el libro ‘Rapa Nui. Una herida en el océano’, de Mario Amorós

Chile buscó vender a la Isla de Pascua a la Alemania nazi. Reconocida por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad, a unos a 3.500 kilómetros de distancia de América en medio del Pacífico, fue ofrecida por el país sudamericano al régimen de Adolf Hitler para conseguir el dinero y poder comprar dos cruceros para la Armada, que en esa época tenía el control de la isla. Sucedió en 1937, pero la operación fue tratada como un secreto de Estado por el Gobierno conservador chileno, liderado por Arturo Alessandri. Ochenta y un año después de la asombrosa oferta, sin embargo, la historia se desvela en el libro Rapa Nui. Una herida en el océano (Ediciones B), del escritor español Mario Amorós, que se presentará en Santiago de Chile el 9 de agosto y en la isla, el día 14.
Rapa Nui o isla de Pascua, como se le llama indistintamente a uno de los pedazos de tierra habitados más aislados del planeta, había pasado a ser parte del territorio chileno en 1888, pero recién en 1966 el Estado le reconoció los derechos civiles y políticos. En la década del treinta, cuando sucedieron las negociaciones con la Alemania nazi, “para el Chile continental la isla era sobre todo un lugar marcado por el estigma de la lepra y para el poder político, un lugar lejano, cedido a la Armada y arrendado a una compañía privada, con muy escaso valor”, señala Amorós. Esta percepción explica en parte la decisión del Gobierno de Alessandri que todavía azotado por la crisis económica de 1929, necesitaba el dinero para reforzar la defensa marítima del país: las Fuerzas Armadas temían una alianza militar en su contra que uniera a Perú, Bolivia y Argentina. La reciente contratación de la construcción por parte de Argentina de ocho barcos de guerra en el Reino Unido había despertado “la envidia” de la Armada chilena y de la Administración de Alessandri, según detalla el libro, por lo que estaban decididos a reforzarse militarmente.
Fue el contexto en que a lo largo de 1937 el Gobierno de Alessandri ofreció la venta de Isla de Pascua, al mejor postor, a Estados Unidos, Japón, Reino Unido y la Alemania nazi. Hasta ahora eran conocidas solo las dos primeras negociaciones, pero no las conversaciones con el régimen de Hitler, al que Chile le había comprado recientemente 36 aviones para la Fuerza Aérea “de manera arbitraria e incurriendo en prácticas corruptas”, según se detalla en Rapa Nui. Una herida en el océano. Amorós cuenta que fue en el marco del XVI Congreso de la Asociación de Historiadores Latinoamericanistas Europeos de 2011, en San Fernando (Cádiz), cuando el profesor húngaro Ferenc Fischer, especialista en la historia de las Fuerzas Armadas chilenas, presentó una ponencia referida a las negociaciones secretas mantenidas por ambos países entre 1935 y 1939 que abordaron la oferta de venta de la isla.
Fischer encontró un documento en el archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores en Bonn que resumía una entrevista entre el embajador de Hitler en Chile y el entonces ministro chileno de Relaciones Exteriores, José Ramón Gutiérrez Alliende, que se celebró el 14 de agosto de 1937. En ese encuentro, explica Amorós, la Alemania nazi buscaba confirmar las intenciones del Gobierno chileno de venderles la isla. Aunque de esta conversación no quedó ningún registro en el archivo histórico de la cancillería chilena, según pudo constatar el autor del libro, existen otros documentos que entregan mayores detalles de la operación que buscaba concretar el país sudamericano.
El 17 de noviembre de 1930, el agregado naval estadounidense en Chile, I.H. Mayfield, informó a su país de la oferta de Chile y que el precio solicitado por la isla era de un millón de dólares. En un nuevo informe estadounidense fechado el 8 de junio de 1937, el nuevo agregado naval de Estados Unidos en el país sudamericano, A.S. Merrill, envió a sus autoridades un escrito de carácter confidencial de dos páginas en que señala que el presidente Alessandri había decidido ofrecer la venta o el arriendo de Rapa Nui para “financiar la construcción de dos cruceros en el extranjero”. En el escrito se indica que Chile había ofrecido la isla a otros tres países –Reino Unido, Alemania y Japón– y que la operación había sido propuesta a Alessandri por el entonces comandante en jefe de la Armada, Olegario Reyes del Río.
Ninguna de las negociaciones secretas llegó a prosperar, aunque solo se conocen las razones del lado británico, explica el autor de Rapa Nui. Una herida en el océano. “Descartaron la compra de la isla porque consideraron que su valor, desde el punto de vista naval, era escaso. No obstante, tanto Londres como Washington estimaron que era conveniente que ni Japón, ni Alemania, ni tampoco Italia (las futuras potencias del Eje), se hicieran con la isla”, explica Amorós, que en su libro recorre la historia de Rapa Nui, con su patrimonio cultural y arqueológico invaluable, desde el origen de su poblamiento humano hasta la actualidad, “cuando el pueblo rapanui busca redefinir su relación con el Estado de Chile”. El autor se refiere a la querella que el Consejo de Ancianos del Pueblo Rapa Nui y el Consejo de Jefes de Clanes de la Isla presentó en 2015 ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) para conseguir la devolución de tierras ancestrales y el control de los recursos naturales.