miércoles, 31 de mayo de 2017


El paramilitarismo sí existe


El parlamentario colombiano Alirio Uribe denunció en su cuenta de Twitter que el “Paramilitarismo sí existe, sino es el Ejército” este trino del doctor Uribe, lo hace en respuesta a las declaraciones de altos funcionarios del gobierno del presidente Juan Manuel Santos, que niegan la existencia del paramilitarismo, especialmente el ministro de Defensa Luis Carlos Villegas, encargado de ordenar a las Fuerzas Militares, combatir a estas bandas criminales. Con este trino el legislador colombiano deja claro que sí no existe el paramilitarismo, entonces las violaciones, asesinatos, desapariciones de personas, son acciones que ejecuta el Ejército.
Las declaraciones del congresista que representa en la Cámara de Representante al Polo Democrático, están basadas en la alarmante cifra de más de 2,600 casos de violaciones a los derechos humanos en el año 2016, denunciados por el prestigioso Centro de Investigaciones y Educación Popular. (Cinep).
El diario colombiano El Espectador, del pasado 3 de mayo da a conocer el informe del Cinep y del Programa por la Paz, que tituló: “El paramilitarismo SÍ existe”. En clara respuesta al discurso del Gobierno y la Fuerza Pública, que ante las denuncias por asesinatos, amenazas y ataques a líderes políticos y defensores de derechos humanos han sostenido que no se trata de casos sistemáticos sino de hechos aislados, y que el paramilitarismo no existe. Según los datos consignados en la investigación, durante 2016 grupos paramilitares amenazaron a 395 personas, ejecutaron extrajudicialmente a 83, hirieron a 44, desaparecieron a nueve y torturaron a 12.
La guerra sucia y la utilización del paramilitarismo por el establishment para el exterminio de los sectores políticos progresistas, democráticos, de izquierda, líderes sociales y defensores de derechos humanos no se han extinguido, muy por el contrario hoy tienen tanta fuerza como cuando en su más amplio esplendor lograron controlar más de 20 departamentos de los 32 que integran la geografía colombiana.
El paramilitarismo cobra fuerza en Colombia luego que el ex presidente y hoy senador Álvaro Uribe Vélez, durante su mandato como gobernador del departamento de Antioquia, con el apoyo del entonces ministro de Defensa Fernando Botero Zea, en el segundo semestre de 1994 promueven una ley para legitimar las llamada Convivir (Cooperativas de Vigilancia Privadas). Fue con estas cooperativas utilizadas por los terratenientes y narcotraficante que se aplica la política contrainsurgente de “tierra arrasada” en numerosas zonas campesinas.
Fue con las Convivir que los paramilitares lograron su despliegue nacional, se consolidaron en Antioquia, establecieron su Estado Mayor en el Nudo de Paramillo y se extendieron por todos los departamentos de la zona atlántica y pacífica, precisamente por donde están las salidas y rutas del narcotráfico.
Es innegable que continúa la guerra sucia, en 2016 se les atribuyen a los paramilitares 550 hechos con víctimas y a actores no identificados otros 833, según la base de datos del Cinep, todos ellos eran líderes populares, dirigentes sociales, políticos de izquierda y defensores de derechos humanos. En los que ha transcurrido de este año, varias decenas de estos líderes han sido asesinados o desparecidos por los paramilitares, los que utilizan diversos nombres, como “Aguilas Negras”, Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC), “Los Rastrojos” y los “Urabeños” entre otros.
Con el desarme de la insurgente FARC-EP, el paramilitarismo ha ido ocupando el territorio dejado por estos y lo más preocupante para esa población campesina es que el Gobierno no toma medidas y niega las graves violaciones de derechos humanos y los crímenes que estas bandas continúan cometiendo.
Según el Cinep el fenómeno del paramilitarismo no ha desaparecido en Colombia.


jueves, 25 de mayo de 2017

Las lecciones que el terrorismo sí aprendió

Un año y medio después de proclamar el califato —junio de 2014—, el Estado Islámico (ISIS en inglés) no sólo inspiraba ideológicamente a lobos solitarios en el mundo, sino que tenía la capacidad de formar células con nexos operativos, como las que atentaron en Ankara (Turquía) o en París (Francia).
Los atentados en Berlín, Niza, Londres y ahora en Mánchester ponen en evidencia que el terror es inevitable y, como diría el ex primer ministro francés Manuel Valls, “un hecho con el que tenemos que acostumbrarnos a vivir”. Pero, más que acostumbrarnos (por la frecuencia que ha convertido al terror en algo casi cotidiano), hay que aprender a lidiar con él.
Un día después de que Salman Abedi, de 22 años, muriera al provocar el estallido de la carga explosiva que llevaba encima en la sala de espectáculos Manchester Arena, dejando 22 muertos y 59 heridos, la primera ministra británica, Theresa May, anunció que el Reino Unido elevaba su nivel de alerta a crítico, el máximo en una escala de cinco.
Un portavoz policial aseguró que el autor del atentado, que había viajado a Libia hace una semana, formaba parte de una célula yihadista. “Está muy claro que lo que estamos investigando es una red”, dijo. Es decir, que la pesadilla continúa y en un escenario cada vez más incierto. 
Desde que el Estado Islámico irrumpió con una serie de atentados sangrientos en Europa, principalmente, los ataques terroristas se han convertido en algo rutinario (no normal). Cualquiera armado con un carro o un cuchillo puede ser un terrorista en potencia. Una vigilia en Birmingham (centro de Inglaterra), en solidaridad con las víctimas de Mánchester, fue interrumpida después de que la policía detuviera en las inmediaciones a un hombre con un arma blanca y un bate de béisbol.
Y aunque los organismos de inteligencia hayan logrado prevenir cientos de ataques, lo cierto es que el terrorismo de hoy es un reto para investigadores y gobiernos que todavía luchan por encontrar la mejor manera de lidiar con el problema.
En los últimos tres años ha habido una explosión en la frecuencia de los ataques terroristas contra los países occidentales, y en la letalidad de estos eventos. Desde el brutal ataque a París en noviembre de 2015 (130 muertos) hasta las bombas de marzo de 2016 en el aeropuerto de Bruselas y la estación de metro de Maalbeek (32 muertos), hasta el camión de carga en Niza (86 muertos), el furgón que golpeó un mercado de Navidad en Berlín (12 muertos) y ahora una potente bomba en un concierto de Ariana Grande, el mensaje es que no hay lugar realmente seguro. Hay tantos otros ejemplos recientes. Un sacerdote cuya garganta fue cortada en medio de un servicio en Normandía. Un atacante en Magnanville que mató a una pareja y luego transmitió en Facebook Live horas de amenazas contra su hijo de tres años. Y el atacante suicida en un concierto en Ansbach (Alemania), que hirió a 15, como recuerda The Atlantic.
El filósofo francés Phillippe-Joseph Salazar, experto en terrorismo islámico y autor del libro Palabras armadas: Comprender y combatir la propaganda terrorista, le dijo al periódico El Mundo que el error que se cometió al enfrentar a este nuevo enemigo fue subestimarlo. “El discurso de fundación del califato en la mezquita de Mosul fue una magnífica descripción de lo que venía y nos reímos de él en lugar de tomar medidas (...). El resultado: nunca nos preparamos para estos atentados, porque pensamos que eran locos, marginados o enfermos mentales”.
Cuando estalló la Primavera Árabe, en 2011, muchos organismos de inteligencia interpretaron los hechos como “un golpe al extremismo”. Se equivocaron. Esas revoluciones y sus consecuencias impulsaron el movimiento yihadista. “La guerra civil en Siria y el caos sembrado en Libia luego de la muerte de Muamar Gadafi colocaron a los extremistas al frente de los principales conflictos del mundo”, explican expertos del Royal United Services Institute.
Grupos como el Estado Islámico, que se adjudica cuanto atentado ocurre en el mundo, aprendieron a utilizar las redes sociales para popularizar su causa, sin dejar de aprovechar las redes en el terreno de Al Qaeda para mover devotos a sus santuarios en Siria e Irak. El EI incluso se convirtió en pionero de un modelo de planificador virtual para dirigir a sus operarios desde lejos.
El investigador Charlie Winter, del Centro Internacional para el Estudio de la Radicalización y la Violencia Política, señala en BBC que es la hora del terrorismo low cost: “Se hacen operaciones cero sofisticadas, pero de gran impacto”. El terrorismo aprendió la lección. El autor del libro Inside Terrorism, Bruce Hoffman, explica en The Guardian que “para las organizaciones yihadistas, la capacidad de innovar es una necesidad, no un lujo. Los grupos terroristas tienen el imperativo organizacional de aprender. A medida que se enfrentan a una serie de desafíos internos y externos, estos grupos se adaptan rápida y creativamente”.
El EI fue uno de los primeros en usar drones. Lanzó más de 70 en sólo dos días durante el comienzo de la ofensiva en su contra en Irak. Y además estableció un impresionante aparato comunicacional para hacerse omnipresente en las redes sociales, antes de Twitter. “Estableció una marca como cualquier organización, e incluso impuso el desarrollo del aprendizaje en línea”, añade Hoffman.
Todavía no se sabe si Salman Ramadan Abedi contaba con una red. Lo que sí está claro es que hablaba sobre el valor de morir por una causa. ¿Cuál?


martes, 16 de mayo de 2017

Siguen las muertes en el mar
Italia tiene cada vez más problemas para gestionar la presión de inmigrantes y refugiados


Como se temía, sellada la frontera de los Balcanes, la presión de las oleadas de migrantes y refugiados se ha desplazado a Italia, que cada vez tiene más dificultades para gestionar los contingentes que llegan y que se suman a las 180.000 personas que se acumulan en sus campos de acogida. Con la mejora del tiempo, los flujos se intensifican y también las víctimas de una travesía que la crueldad de las mafias hace cada vez más peligrosa. En lo que llevamos de año han muerto ya, según ACNUR, más de 1.200 personas. Solo en el pasado fin de semana llegaron a las costas italianas 7.300 migrantes y al menos 245 murieron pese a la intensa labor de vigilancia del programa Frontex y la labor de rescate de las organizaciones humanitarias.

La situación ha dado lugar a los primeros y lamentables intentos de explotación partidista del problema por parte de organizaciones de extrema derecha nacionalista. Instancias judiciales han culpado además erróneamente a las organizaciones humanitarias del drama de los naufragios. Afirman que con sus labores de rescate contribuyen a facilitar el negocio de las mafias. Pero que las mafias sean tan inhumanas como para abandonarlos a su suerte no es óbice para desatender la obligación de salvar y rescatar a quienes han iniciado el viaje y están en peligro.

En lugar de buscar la culpa en quien no la tiene, deberían revisarse los planes vigentes. Es escandaloso que, como se ha comprobado en una dramática grabación de hace tres años conocida ahora, 268 personas murieran ahogadas, entre ellas 60 niños, porque los servicios de rescate de Italia y de Malta se pasaron la pelota durante horas de a quién le correspondía el rescate. Un médico sirio, que perdió a dos hijos, había pedido angustiosamente ayuda varias veces. La burocrática e insensible respuesta es digna de figurar en los anales de la ignominia. Aunque se hable menos de ella, la crisis de los refugiados sigue abierta y sigue muriendo gente en el mar.