lunes, 21 de abril de 2014





Los nuevos sesentones


Hasta hace un par de décadas, a los sesentones los llamaban sexagenarios; era el campanazo de entrada a la fastidiosa tercera edad. En los países civilizados perduran los privilegios en el valor de la entrada a los museos, lugares especiales en los buses, aunque a juzgar por la nueva realidad, todo esto parecería innecesario.
Las cosas han cambiado significativamente y hoy los sesenta años se celebran, entre amigos del colegio, como una década de madurez, vitalidad, donde ya se puede disfrutar de la tranquilidad económica alcanzada y con lucidez y experiencia los hechos que se van presentando. Gracias a los avances médicos y los cambios de hábitos, sana alimentación, ejercicio y buenas prácticas, se logra, como dicen ahora “construir salud”, de manera que el envejecimiento físico y mental camina lento, va despacio, se puede capear y se va aprendiendo a convivir con él. Las relaciones ya no son exclusivamente entre los contemporáneos, como pasaba con la generación anterior, sino que el intercambio con los jóvenes es cotidiano y enriquecedor.
Se le ha empezado a llamar a esta etapa de la vida la sexalescencia, una mezcla de sexagenarios con adolescencia. Pero no es un término preciso, porque nada tiene que ver con esa ridícula actitud de las cuchibarbies, que hace referencia a quienes no aceptan el paso de los años y se obsesionan por mantener una figura de melena larga, pestañas postizas y plataformas ajenas a la edad. Esto es distinto. Porque no se trata de hombres tiñéndose las canas, ni de musculatura ficticia; no intentan disimular la barriga, ni esconder las canas o la calvicie, y en el caso de las mujeres las arrugas están presentes, acompañadas de la detestable celulitis y demás odiosas manifestaciones físicas. La que cambia es la postura metal, que se conserva fresca, alegre y proactiva.
Los nuevos sesentones son hombres y mujeres independientes que han trabajado desde siempre, en edad de jubilación pero sin actitud mental de pensionados, porque prefieren aprovechar la experiencia y entregársela a actividades probablemente no igualmente lucrativas pero que sí compensen profesional, social y culturalmente. Saben entretenerse, inventan actividades, casi siempre relacionadas con la creatividad o el trabajo personal, y se la toman con calma y sabiduría, sin trascendentalismo ni aspavientos. Es el segundo tiempo de la vida, el de las asignaturas pendientes, el del disfrute, el ocio y hasta la soledad que se contempla sin temor.
En el caso de ellas, son muchas las que se han soltado de la pareja y han aprendido a vivir solas y disfrutar de las amigas con las que frecuentan restaurantes, cines, conferencias, viajes. Se han beneficiado de sus logros y tienen, como diría Virginia Woolf, una habitación propia, que ha dejado de ser una aspiración para ser una realidad cotidiana.
Ellos y ellas se mantienen actualizados, no los embiste pero tampoco los obsesiona la tecnología. No lloran fácilmente, saben perder y hasta reflexionar de los fracasos porque han aprendido a leerlos de otra manera. A entenderlos. No cargan nostalgia, porque se atreven a mirar hacia adelante seguros de que aún es mucho lo que hay para aprender y sobre todo para dar. Llegar a los sesenta ha dejado de ser una amenaza para convertirse en una oportunidad.

viernes, 4 de abril de 2014



¿Por qué las cebras tienen rayas?


El misterio de las rayas en el cuerpo de las cebras ha alimentado por siglos la imaginación de poetas y escritores, al mismo tiempo que ha desafiado la lógica de la ciencia. Bellos y exuberantes, los patrones de rayas en la piel de estos animales han resultado un acertijo que sólo hasta ahora un grupo de científicos reclama haber resuelto.

Charles Darwin especuló que las rayas sobre los robustos cuerpos de las cebras servían como un código secreto entre hembras y machos a la hora de aparearse. El otro autor de la teoría de la evolución, Alfred Russel Wallace, jugó con otra teoría. Para él, las líneas blancas y negras configuraban un patrón de colores que confundía a los depredadores en la noche. Otras hipótesis han sugerido que la disposición de barras, única e irrepetibles en cada animal, constituían un código de barras para identificarse mutuamente.

Según Tim Caro, de la Universidad de California, y quien acaba de publicar junto a otros colegas un artículo en la revista Nature Communications, la razón por la que las cebras se visten de rayas es algo que nadie se esperaba: protegerse de los moscas.

Luego de estudiar los diferentes ecosistemas en los que existen cebras, Caro y sus colegas descubrieron que en los lugares del mundo donde existen más moscas, estos animales tienen rayas, y donde el riesgo de picaduras por moscas es menor, simplemente no las tienen.

La tesis no es nueva. De acuerdo al periódico The Guardian, desde 1930 se ha sugerido esta relación. Todo apunta a que las moscas prefieren posarse sobre superficies que sean completamente blancas o completamente negras. Para las cebras no es un asunto menor protegerse de este aparente enemigo menor. Las moscas son vectores de enfermedades fatales y algunas especies de moscas pueden llegar a drenar cantidades considerables de sangre de sus cuerpos.

Aunque Caro y sus colegas tienen una buena prueba de que la evolución de las cebras ha sido en parte condicionada por la presencia de moscas, aún hace falta demostrar que el sistema visual de éstas no soporta las rayas.


jueves, 3 de abril de 2014



Más de un millón de refugiados sirios colapsan Líbano

Líbano afronta una crisis humanitaria sin precedentes tras tres años de guerra en la vecina siria. El país acoge ya más de un millón de refugiados registrados por el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). "La afluencia de un millón de refugiados sería masiva para cualquier país", ha asegurado el responsable de la agencia, António Guterres, a través de un comunicado, "para Líbano, un pequeño país acorralado por dificultades internas, el impacto es asombroso".
La cifra señalada por ACNUR arroja un saldo insostenible, equivalente a casi una cuarta parte de los 4,2 millones de habitantes y más de un 40% de los 2,5 millones de refugiados contabilizados en países de la región como Jordania, Turquía, Irak o Egipto. Solo en Arsal, localidad de mayoría suní a las faldas del macizo fronterizo de Qalamoun, el número de desplazados duplica a una población local de 35.000 habitantes, según reconoce el alcalde, Ali Hujjeiri. La villa, único enclave en el que el Ejecutivo libanés ha dado luz verde al levantamiento de un campo de refugiados ("asentamiento temporal", en jerga oficial), está tomada por cientos de tiendas de campaña instaladas en cada trozo de terreno sin edificar.
Tanto el Ejecutivo libanés como las organizaciones internacionales que trabajan sobre el terreno elevan el número de refugiados en el país hasta casi los dos millones de personas, la mayoría sin trabajo y sin recursos de supervivencia. La mitad son niños. Según ACNUR, unas 80.000 personas necesitan asistencia médica urgente que el Gobierno no puede proveer y otras 650.000 dependen de la ayuda internacional para alimentarse. El Banco Mundial calcula que la escasez de recursos y la presión a la baja de los salarios puede arrastrar a hasta 170.000 libaneses a una situación de pobreza.
A la presión demográfica se suma el incremento de la tensión a cuenta del conflicto vecino que ha dilapidado la situación de seguridad. "Las comunidades libanesas se están viendo muy presionadas y la tensión está aumentando", admite Ninette Kelley, representante de ACNUR en Líbano. Este miércoles, un nuevo ataque con cohetes presuntamente lanzados desde suelo sirio mataron a un obrero de nacionalidad siria en la localidad de Labwe, cercana a Arsal y a unos 30 kilómetros de las montañas de Qalamoun, donde los rebeldes intentan recuperar las posiciones ganadas por el Ejército de Bachar el Assad y la milicia chií Hezbolá en su última ofensiva en torno a la carretera que une Damasco y Tartus.
"El apoyo internacional a las instituciones gubernamentales y a las comunidades locales es de tal nivel que, pese a haberse incrementado lentamente, es totalmente desproporcionado con respecto a las necesidades", asegura Guterres, "el apoyo a Líbano no es solo un imperativo moral, si no que es desesperadamente necesario para detener la erosión de la paz y la seguridad en esta frágil sociedad y en toda la región". La propia agencia de la ONU reconoce que, de los 1.373 millones de euros necesarios para afrontar la crisis humanitaria (solo en Líbano), solo han recibido 175 millones de la comunidad internacional.


martes, 1 de abril de 2014



La mitad de los trabajadores de América Latina tienen un empleo informal
¿Cuántas veces ha comprado un antojo en la calle o le han limpiado los vidrios del auto mientras esperaba en un semáforo?
Sea cual fuere su respuesta, la probabilidad de que los haya visto ganándose la vida en las calles de Latinoamérica es muy alta: el número de trabajadores informales es gigantesco, nada menos que casi la mitad de la fuerza laboral de la región o unos 130 millones de personas. Pese a que la informalidad cayó significativamente -del 65% en el 2000, al 47.7 % en la actualidad-, el escenario no deja de ser preocupante.
Esta situación implica, aparte de una menor recaudación de impuestos y un freno para la productividad de los países, que un grueso de estos trabajadores no contribuyen a un sistema de pensiones y están desprotegidos, por ejemplo, ante cualquier eventualidad médica que les pueda suceder. La informalidad, según los expertos, supone un freno para las economías latinoamericanas, cuya productividad se ve afectada por el fenómeno.
A modo de comparación, en los países de Europa del Este este grupo representa alrededor del 12% de los trabajadores y en África Subsahariana alrededor del 72%, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
¿Quiénes son los trabajadores informales?
Los expertos coinciden en destacar dos grupos diferenciados: aquellos que, al no encontrar empleos atractivos, optan por trabajar por cuenta propia y deciden excluirse de los beneficios del estado; y los que no logran conseguir un trabajo dentro del circuito de la formalidad, mayoritariamente a causa de su nivel de estudios. El denominador común en ambos casos suele ser que trabajan en PYMEs.
Dentro del primer grupo está Lydia, de Lima, que se dedica a la venta de ropa por internet. “Mis ingresos en este negocio no son muy altos, y si hiciera los procesos formalmente no me compensaría”.
De hecho, una investigación del Banco Mundial revela que la mayoría de trabajadores por cuenta propia informales tomó esta opción voluntariamente, alegando necesidades individuales, generalmente en busca de flexibilidad e independencia, tales como mejores horarios de trabajo. Un factor determinante es también la percepción de que los beneficios del Estado son insuficientes. De todas formas, en promedio, una tercera parte de ellos dijeron que preferirían un trabajo asalariado.
“La falta de flexibilidad asociada a los empleos formales y el escaso valor atribuido a los servicios ofrecidos por el estado hace que algunos trabajadores opten por la informalidad”, explica Julián Messina, economista del Banco Mundial.
Países con más informalidad
La informalidad laboral en Latinoamérica no se distribuye de forma homogénea. En países con una alta renta per cápita como Argentina, Uruguay, Brasil, Panamá o Chile es sustancialmente menor que en Centroamérica, donde puede llegar al 70.7% de los trabajadores, como en el caso de Honduras, según la OIT.
En cuanto a la composición de género, el 45% de los hombres y el 50% de las mujeres trabajan en condición informal. Paralelamente, afecta al 56% de los jóvenes de 15 a 24 años.
En la última década América Latina creó 35 millones de nuevos puestos de trabajo y la participación de las mujeres en la fuerza laboral se incrementó gradualmente. Estos logros han hecho que la región tenga una tasa de desempleo – un 6.5% en 2012- mucho menor a la de algunos países europeos, y similar a la de Estados Unidos. Sin embargo, esta importante creación de empleos sólo ha venido acompañada de una ligera mejora en la formalización.
Gran parte de esto tiene que ver con que las empresas medianas y grandes innovan poco y, al ser poco dinámicas generan poco empleo de calidad, como explica un reciente estudio del Banco Mundial
Ante esta falta de buenos empleos, muchos Latinoamericanos optan por abrir pequeños negocios, que tienen un escaso potencial de crecimiento. Esto implica que la región no está logrando aprovechar al máximo la capacidad productiva de su fuerza de trabajo.
¿Qué hacer?
“Para revertir esta situación se necesita generar condiciones para que las empresas crezcan, y puedan así ofrecer más empleos de calidad”, explica Messina.
El experto argumenta que, al incluir a más trabajadores dentro de los circuitos del empleo formal, los países de la región crearían el espacio necesario para mejorar la calidad de los sistemas de pensiones, salud o infraestructura.
En este sentido, varios países de la región han iniciado reformas fiscales para aplacar la informalidad laboral. Colombia, por ejemplo, está cambiando los incentivos para la contratación informal, y haciendo más atractivos los contratos formales a través, por ejemplo, de reducción a impuestos a la nómina.