jueves, 30 de junio de 2011

La 'excepción marroquí' en las revueltas árabes

Mientras las revueltas sacudían el mundo árabe en el invierno de 2011, la clase política marroquí no se sintió afectada por el viento de libertad que barría la región.

La legitimidad dinástica del monarca y las reformas emprendidas desde el final de la década de los noventa le garantizaban que podía sentirse a salvo de la dinámica reivindicativa.

Cuando sucedió a su padre en julio de 1999, Mohamed VI adoptó, en principio, la continuidad de las reformas iniciadas por su padre. Este había modificado el terreno político al integrar a una oposición socialista que había vivido durante mucho tiempo ignorada por la monarquía y a los islamistas del Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD).

Este régimen de "alternancia" había permitido garantizar la rotación de las clases dirigentes y, al mismo tiempo, dar legitimidad al poder monárquico, al que confería, con unos retoques "modernizadores", el aspecto de una monarquía constitucional.

La alternancia permitió a Hassan II redefinir la función monárquica y reafirmar su papel de pieza clave en un juego político cuyas reglas seguía definiendo él y en el que él servía de árbitro de los conflictos entre actores políticos rivales. El consenso superficial que había hecho posible la aprobación de la reforma constitucional de 1996 mostraba que el rey seguía siendo la única fuente real de poder en el país.

Mohamed VI aseguró la continuidad de este esquema de apertura política e intentó prolongarlo y darle el aspecto de una transición. Pero la imagen de un país en la vanguardia del mundo árabe, que todas las capitales occidentales aplaudían, no impidió que, en este invierno de 2011, la calle marroquí se manifestara para exigir "cambios políticos profundos" y el fin de la corrupción.

El rey se mostró dispuesto a escuchar a los manifestantes, que se movilizaron por primera vez el 20 de febrero, y el 9 de marzo anunció una "reforma constitucional global" elaborada por una comisión ad hoc, que se sometería al voto del pueblo el 1 de julio. El objetivo esencial del proyecto es restablecer el equilibrio en el reparto de poder dentro del Ejecutivo, reforzando al mismo tiempo el poder del jefe de Gobierno y el del Parlamento, lo que supone, como es lógico, una reducción de los poderes del rey.

La principal innovación de este nuevo texto constitucional está en la designación de un primer ministro que ya no estará nombrado por el rey sino que saldrá de la formación política que obtenga la "primera posición" en las elecciones legislativas. Mohamed VI explica que, con este cambio, "el poder ejecutivo emanará del pueblo".Otro dato nuevo es la representación de los marroquíes que viven en el extranjero en el Parlamento. El objetivo es vincularlos a la vida política de su país.

Y, más allá de los aspectos institucionales, ahora figuran en el texto de la Constitución cuestiones importantes como los derechos humanos, la presunción de inocencia, la lucha contra la discriminación, la igualdad entre hombre y mujer, la libertad de opinión, el derecho al acceso a la información y la designación del bereber como segunda lengua oficial.

No obstante, pese a estos cambios anunciados, si nos fijamos en las prerrogativas del rey, resulta difícil de creer que su poder vaya a reducirse, porque, aunque ya no está definido en un artículo de la Constitución, está diluido entre varias disposiciones. El soberano sigue siendo la máxima autoridad en las competencias reales de la defensa, la diplomacia y la seguridad interior. Sigue siendo el jefe del Ejército y quien acredita a los diplomáticos.

En el plano religioso, a partir de ahora, un hecho sorprendente: el Consejo de los Ulemas está consagrado en la Constitución. El rey conserva su título de Comendador de los Creyentes y sigue siendo la primera autoridad religiosa del país. Su persona es inviolable, aunque el concepto de sagrado se sustituye por el del respeto que se le debe.

¿Hasta qué punto se puede hablar de "nuevo juego de equilibrios entre los poderes", si se tiene en cuenta el papel fundamental de la monarquía en esta nueva ordenación constitucional? ¿Cómo podemos pensar que este nuevo texto consagra la soberanía nacional como única fuente del poder ejecutivo?

En realidad, si bien la idea de la modificación de la Constitución con el fin de reequilibrar los poderes es encomiable, lo que plantea problemas es la manera de hacerlo. Como en otras ocasiones, nos encontramos con una monarquía que "ofrece" reformas, que inicia el cambio, que pone en práctica la alternancia. Es decir, que decide el momento, el aspecto y el contenido de las reformas que otorga. Interviene incluso en la respuesta que desea obtener, a través de la consulta en referéndum del 1 de julio. ¿Acaso no recalcó Mohamed VI, al terminar su discurso, el con el que él pensaba pronunciarse?

De esa forma, el rey se presenta como un rey ciudadano, un ciudadano que vota, un rey reformador que propone reducir sus propias prerrogativas. Esta confusión de papeles se ha considerado durante mucho tiempo como un rasgo del particularismo marroquí, y es lo que ha ocultado el contenido de las reformas y su aplicación.

En su discurso del 17 de junio, en el que presentó el texto constitucional, estableció claramente el tono, al recordar que el proceso que conduce a la monarquía parlamentaria no es una concesión suya sino que se ha elaborado "en perfecta comunión con todas las fuerzas vivas de la nación". Es decir, se trata, como en otras ocasiones, de un consenso renovado y un nuevo pacto entre el trono y el pueblo, que dejan de lado a todos los que no se adhieran a él.

Una vez más, estamos ante unos efectos publicitarios y una escenificación de la modernidad política sin fundamento real, dados los poderes del rey, las zonas de sombra, las imprecisiones y la dificultad de aplicar algunas de las medidas anunciadas, como pasa con la relativa a la igualdad entre hombres y mujeres.

Además, la principal modificación, que afecta al primer ministro salido de las elecciones, solo tiene sentido si la votación es libre y transparente y se desarrolla en un clima de competencia entre varias opciones políticas. En cuanto a las libertades individuales y los derechos humanos, lo que importa, más que el texto, es su aplicación. El cambio más profundo estará en el comportamiento político de las élites marroquíes, no en unas disposiciones incluidas en la Constitución.

Por ahora, tanto en la forma como en el contenido, la reforma constitucional propuesta se inscribe en la apertura concedida por la monarquía, una apertura dosificada y controlada, que parecía envidiable en un mundo árabe inmóvil, pero hoy se queda muy por debajo de las exigencias de una calle que ha comprendido que las libertades y el Estado de derecho se arrancan en una negociación entre una sociedad civil hoy llena de fuerza, y un poder que tiene problemas para reanimar un modo de gobierno envejecido y desfasado en el contexto árabe.

lunes, 13 de junio de 2011

Qué tiene de bueno la Banca Islámica


Hay que ser recursivos para encontrar oportunidades de negocios. Enterarse de que casi un cuarto de la población mundial, los musulmanes, consumidores estrictos de acuerdo a los mandatos del Islam, nos pone a pensar en nuestra capacidad para buscar y proponer otras maneras de manejar las economías y los sistemas financieros.

La crisis más reciente evidenció dificultades en el manejo de las finanzas en occidente. Aunque ahora se intenta reformular la actividad bancaria, el cambio no es sustancial y se pretende que el sistema siga basado, fundamentalmente, en la especulación.

Entre los países y bancos que sufrieron menos estuvieron aquellos que aplicaban otros modelos, como el de la banca islámica, que es un sistema financiero que no especula y que se dice más ético porque se fundamenta en los principios recibidos del Islam y las leyes sharia, reglas sobre transacciones (Fiqh al-Muamalat), dentro de las cuales se prohíben la usura (riba) y la especulación, y se practica el riesgo compartido.

La banca islámica, halal, o sharia se caracteriza porque rechaza el cobro de intereses, lo que entienden como usura, algo impensable para la banca occidental de los últimos siglos; también relaciona cualquier transacción y su rentabilidad con actividades económicas que involucran activos reales, con lo que se elimina la especulación. Y algo muy sugerente: en cuanto a los préstamos, el prestatario y el prestamista se vuelven socios del proyecto en el que se invertirá el dinero, por lo que se comparten las pérdidas o las utilidades. Así pues, esta modalidad de banca cuenta con un componente social que la diferencia notablemente del sistema occidental, aunque usemos los microcréditos -de alguna manera basados en el sistema islámico-, que no crean sociedades ni rompen el paradigma deudor-acreedor.

Esa banca prohíbe también invertir o financiar proyectos relacionados con la industria armamentista, así como la tabacalera, la pornográfica, la de bebidas alcohólicas, los juegos de azar, y lo relacionado con la actividad porcina. También prohíbe inversiones en las que se involucre mano de obra infantil, o que vayan en detrimento del medio ambiente. Es reiterado el carácter social y ético de este tipo de banca, la cual hasta ha llamado la atención del Vaticano, y el Dow Jones ha creado un índice para identificar cuáles empresas cumplen con el Islam y pueden ser consideradas por un inversionista islámico: es el Dow Jones Islamic Markets (DJIB).

Dado el crecimiento de los creyentes musulmanes con los que se pueden hacer negocios, algunos bancos no islámicos han creado productos financieros innovadores y rentables que cumplen con el Fiqh al-Muamalat, como el Lloyds TSB y HSBC, en Londres. Ellos ofrecen, por ejemplo, hipotecas islámicas, en las cuales el banco compra la propiedad y la revende al comprador con una ganancia; se permite pagar por plazos y cuando se cancela la totalidad, se hace el cambio de dueño, algo similar al leasing que conocemos pero evitando el préstamo directo al cliente y el cobro de intereses. Como esos, cada vez más bancos globales están ofreciendo servicios financieros de acuerdo con el Islam, y no solo en países musulmanes, como se practica en Suiza, un centro importante de banca islámica en el mundo, junto con Malasia y la región del golfo pérsico.

Un estudio inteligente de la banca islámica, puede servirnos para crear productos y servicios no solo para musulmanes, sino dirigidos a otros clientes que quieran participar en inversiones más conservadoras, responsables y sostenibles. Como en el caso de los bienes Halal, muchos consumidores usan productos financieros islámicos sin ser musulmanes, simplemente porque los consideran atractivos y se acomodan a sus necesidades. Importantes fondos de inversión occidentales han movilizado capitales hacia el medio oriente para gozar de la estabilidad de la banca islámica. Nuestra falta de inteligencia cultural y el basarnos en estereotipos como ver a los musulmanes como retrógrados o terroristas, nos impide aceptar que muchas de sus prácticas pueden ser utilizadas en nuestro país.

Tal banca, a pesar de ser un sistema que en ocasiones es menos rentable, es más seguro y ético, y permite un desarrollo sostenible. Conocerla y entenderla, no solo permite acceder al mercado musulmán, sino que nos da ideas que posibilitan un cambio de paradigmas y la creación de modelos de negocio y productos financieros innovadores, confiables y responsables; no solo intentos tímidos como el de los famosos microcréditos.

Es difícil explicar en detalle los productos de la banca islámica, y aunque hay críticas fuertes en su contra, tratándola de hipócrita y diciendo que disfraza intereses y demás, este artículo no pretende tomar partido en cuanto a si es mentirosa o no, sino que invita a abrirnos a nuevas posibilidades y ofertas financieras que pueden adoptarse, basados en prácticas de países islámicos. Así, es posible romper el esquema tradicional y comenzar a pensar en un sistema financiero rentable y la vez socialmente responsable.

viernes, 10 de junio de 2011

Alemania atribuye la infección por 'E.coli' a brotes vegetales de una plantación de Baja Sajonia

JUAN GÓMEZ - Berlín - 10/06/2011

Las autoridades sanitarias alemanas han anunciado hoy que "casi con total seguridad" semillas germinadas en forma de brotes de soja o de legumbres procedentes de una pequeña explotación agrícola de Bienenbüttel (Baja Sajonia) son las responsables de la infección letal de E.coli que ha causado 30 muertos en Alemania (uno más en Suecia) e infectado a casi 3.000 personas. Así lo han señalado sendos portavoces del Instituto Robert Koch (RKI) y del Instituto Federal de Evaluación de Riesgos (BFR) en una rueda de prensa conjunta en Berlín. "Son los brotes de soja", ha señalado Reinhard Burger, del RKI. "Las personas que consumieron esos productos tuvieron nueve veces más probabilidades de padecer una diarrea sangrante [uno de los principales síntomas de la infección] que aquellas que no lo hicieron", ha añadido. Y ha advertido: "El brote no ha terminado". Los dos portavoces han anunciado también que se ha levantado en el país la alerta contra el consumo de pepinos, lechugas y tomates crudos.

Andreas Hensel, presidente del BFR, ha considerado "posible que la fuente original de la infección ya haya sido sellada". El equipo de científicos de ese organismo cree que los alimentos infectados podrían haber salido ya de la circulación. No obstante, Hensel ha insistido en que no es recomendable comer en Alemania brotes vegetales germinados crudos -usados para aderezar ensaladas y guarniciones- hasta que se pueda estar seguro.

Con el paso de los días, los expertos consideraban cada vez más firmes los indicios que relacionaban la infección por bacterias E.colienterohemorrágicas (EHEC) con los brotes de soja y otras leguminosas procedentes de la plantación de Bienenbüttel. Las autoridades basan sus acusaciones en el registro comercial de la empresa propietaria de la explotación, cuyos productos se vendieron, directamente o a través de intermediarios, en las zonas geográficas donde más infecciones se han detectado, en particular los länder de Hamburgo y Baja Sajonia. A pesar de ello, no se conoce que de los cientos de pruebas recogidas directamente en la empresa alguna haya dado positivo, por lo que serían los estudios epidemiológicos por asociación los que ofrecen la evidencia científica suficiente para culpar a los brotes vegetales de la epidemia.

Gert Hahne, portavoz del Ministerio de Consumo de Baja Sajonia, informó el pasado miércoles de que la explotación había vendido sus productos a una cantina de la localidad de Cuxhaven donde "al menos 18 clientes han caído enfermos". Además, se sabe que otra empleada de la plantación sufrió una fuerte diarrea en mayo. Es la tercera trabajadora con síntomas relacionados con la bacteria. Una de ellas llegó a ser hospitalizada. Se sabe también que unas 100 personas enfermaron tras comer en siete cantinas y tres restaurantes que compraban vegetales a la plantación agrícola de Bienenbüttel.

El brote de E.coli ha mantenido en jaque a los científicos alemanes, que han tardado semanas en identificar el origen de la infección. En un primer momento, las autoridades de Hamburgo atribuyeron infundadamente el foco del brote a pepinos procedentes de Andalucía, lo que desató la alarma sanitaria contra esas hortalizas y provocó cuantiosas pérdidas económicas al sector hortofrutícola español. La oposición ha criticado con dureza la "caótica gestión" de las instituciones federales y locales. Precisamente ayer, la canciller federal Angela Merkel salió en defensa de la actuación de su Gobierno durante la crisis sanitaria. Para la canciller, ha habido una "buena coordinación" entre las autoridades competentes.

El secretario de Estado para la Unión Europea, Diego López Garrido, descartó ayer en Berlín una demanda "Estado contra Estado" contra Alemania, aunque el Gobierno "sigue valorando" posibles "acciones legales contra las autoridades" regionales de Hamburgo. El que ya las ha emprendido es una de las empresas afectadas por la infundada advertencia contra los pepinos andaluces, la malagueña Frunet, que denuncia que se le está negando el acceso al "expediente completo del proceso que llevó a la falsa acusación" contra sus productos.