martes, 18 de diciembre de 2018


Tuberculosis, la enfermedad de los vulnerables de Sudán del Sur
En 2017, murieron 3.510 personas, según cifras oficiales
De una población de 20.440 personas potencialmente infectadas, se diagnosticaron 11.364 casos nuevos y murieron 3.510 personas en 2.017.
Primero viene una tos seca, con mocos y sangre. Luego, las bacterias infectan los pulmones comiéndose los tejidos. Llegan los sudores nocturnos y la fiebre aumenta. Al cabo de los días, el cansancio es extremo y viene acompañado por falta de apetito y la consecuente pérdida de peso. Si no se trata, la tuberculosispulmonar debilita gravemente a las personas, que terminan demacradas. Finalmente, los pulmones se llenan de líquido, causando insuficiencia respiratoria crónica. En esa etapa, el tratamiento es ya inútil. El paciente morirá.

En los campos de refugiados de Sudán del Sur, estos síntomas son reconocibles para la mayoría de las personas; saben que deben acudir a un médico tan pronto como aparezcan y se sientan enfermas.
En la sala de aislamiento del hospital de Médicos Sin Fronteras (MSF) en el campo de Protección de Civiles (PoC) de Malakal, hay un joven sentado junto a su cama: enjuto y con un traje sucio y mal ajustado. A su lado, su anciana madre se preocupa por su aspecto y, como todos los visitantes de la sala, lleva una máscara en la boca para prevenir la propagación de la tuberculosis.
A pesar de la insistencia de la mujer, que le dice que se está recuperando, el joven se ve frágil y apenas habla. Es tan delgado que se ata un trozo de cuerda alrededor de la cintura para sujetarse el su pantalón. En el suelo, tiene un cuenco que usa como escupidera. La enfermedad ha avanzado, pero todavía existe la posibilidad de que se recupere, aunque solamente lo logrará con medicación y tratamiento adecuado.

MSF brinda tratamiento contra la tuberculosis tanto para los desplazados del PoC como para los habitantes de la ciudad vecina. De una población de 20.440 personas potencialmente infectadas, se diagnosticaron 11.364 casos nuevos y murieron 3.510 personas en 2017, según cifras oficiales. Esto representa una cifra en Sudán del Sur aproximadamente 13 veces mayor que la media de la Unión Europea.
Sin embargo, es casi imposible encontrar cifras precisas sobre casos de tuberculosis debido al constante movimiento de la población que huye de la violencia y a la falta de instalaciones médicas en las zonas inestables. Así que el número de casos podría ser aún mayor.

La tragedia de la nación más joven de África es que la tuberculosis se puede tratar, incluso en sus etapas avanzadas, "pero en un campo de refugiados, donde las personas se amontonan en chozas, viviendo unas encima de otras, la enfermedad se transmite fácilmente. La tuberculosis es principalmente una enfermedad de los vulnerables", explica Harry Aichner, médico de MSF en Malakal.

"Muchas personas viven con tuberculosis latente; pero tienen un sistema inmunológico fuerte y pueden vivir mucho tiempo sin que se detecte o enfermen", añade desde el hospital de MSF.
Hay muchas formas de tuberculosis, pero en Sudán del Sur la pulmonar es el tipo más diagnosticado y representa el 80% de los casos.
Podría decirse que los pacientes de tuberculosis en Malakal tienen suerte, porque tienen acceso a servicios de salud. No obstante, las condiciones de vida en el asentamiento son terribles. El campo ha estado siempre densamente poblado. Actualmente, el área de asentamiento de cada persona es de 17 metros cuadrados de media, cuando el estándar humanitario mínimo es de 30 metros cuadrados. Hace dos años la población era el doble de lo que es ahora y vivía en la mitad de espacio. Son las condiciones perfectas para la propagación de la tuberculosis pulmonar.

"Estaba teniendo fiebre, esta iba y venía. Creo que me contagié de un amigo. Me han dicho que estaré bajo cuidado durante tres semanas", apunta un hombre de unos 30 años.

Muchas de estas personas han perdido sus hogares y han sido testigos de cómo el conflicto se cobraba la vida de amigos y familiares. Los hombres en edad de luchar en el frente tienen miedo de abandonar el campamento, que está protegido por la ONU, por temor a ser reclutados en una de las milicias, o directamente asesinados.

Resistencia a los medicamentos y tratamiento tóxico
La guerra civil en Sudán del Sur ha obligado a muchas personas a huir de sus hogares, alejándose de los centros de salud disponibles. Además, a medida que los fondos para el sistema de salud se evaporan, los hospitales y clínicas existentes antes de los combates tratan a duras penas de permanecer abiertos.
Se estima que una de cada tres personas en está desplazada en este país o vive como refugiada fuera de este. En ambas circunstancias, conseguir diagnóstico y tratamiento para la tuberculosis es increíblemente difícil.
La mayoría de los pacientes en Malakal han debido desplazarse varias veces debido al conflicto. Cada vez que la línea del frente se acerca a una población, las familias toman lo que pueden y huyen hacia la zona boscosa. Para los pacientes con tuberculosis, esto puede significar perder la posibilidad de tener medicamentos vitales y asistencia médica.
Sin tratamiento, las bacterias de la tuberculosis pueden adaptarse, crecer, fortalecerse y desarrollar inmunidad a los medicamentos más comunes. Cuando esto ocurre, los equipos de MSF necesitan encontrar fármacos alternativos, que a veces pueden ser tóxicos, con lo que se requiere que estos casos se monitoricen de cerca. Con estas complicaciones añadidas, los pacientes tardan más en recuperarse.
El estrés que provoca vivir en una zona de guerra aboca a muchas personas al consumo de alcohol y otras sustancias. Para algunos de los habitantes del PoC de Malakal, ese es el único modo de liberar las presiones del día a día de un conflicto. "El abuso del alcohol agrava los efectos de la tuberculosis, ya que debilita el sistema inmunológico, disminuido ya por la desnutrición", dice Aichner. Además, el consumo excesivo de alcohol también puede afectar a la medicación y causar daño hepático".
Muchos de los pacientes que están en la sala de aislamiento del hospital de MSF admiten que beben mucho y que gastan hasta seis dólares a la semana en alcohol. Esta es una suma colosal en un lugar donde hay pocos empleos y casi todos sobreviven gracias a la asistencia de organizaciones humanitarias. "Muchos bebedores terminan por vender sus raciones de comida para comprar marisa, el alcohol local", añade el médico.
Para muestra, el relato de un joven de 27 años que vive desplazado en el PoC de Malakal: "Bebía alrededor de medio litro de marisa todos los días. Empecé a sentirme mal y a toser. Perdí el apetito y he perdido peso. En total, he pasado tres semanas en el hospital".

Huir hacia Sudán
La tuberculosis se ha extendido hacia el norte y cruzado la frontera hacia los campamentos de refugiados en el estado del Nilo Blanco (en Sudán) por medio de los refugiados que huyen de la violencia. Solo en 2017, 53.000 personas buscaron refugio en estos asentamientos. A algunos de ellos les llevó tres semanas hacer el viaje a través de la frontera hasta el mega campo de Khor al Wharal, al que llegaron débiles y desnutridos.

MSF brinda atención en ambos lados de la frontera a lo largo de la ruta principal de migración. Los equipos trabajan arduamente para cubrir las necesidades médicas de la población, muy cambiantes debido al gran flujo de refugiados. El programa de tuberculosis se desarrolla en el lado sudanés de la frontera en los campos de refugiados de Khor al Wharal y Al - Kashafa.
La mayoría de los refugiados viven con una dieta basada casi exclusivamente en el sorgo. La mala nutrición puede llevar a un paciente recuperado de tuberculosis a una recaída, ya que su sistema inmunológico permanece debilitado. Este círculo vicioso puede repetirse una y otra vez.
"El tratamiento puede ser difícil, especialmente para los refugiados que no tienen acceso a una buena alimentación", explica Yumo Arop, auxiliar clínico de MSF en Khor al Wharal. "Cuando alguien comienza a tomar sus medicamentos, su apetito aumenta repentinamente. Pero si no tienen qué comer, el hambre pude provocar terribles dolores, con lo que muchos pacientes dejan de tomar sus medicamentos por completo".
En 2016, MSF desarrolló un programa especializado de tratamiento y capacitación en tuberculosis para el Ministerio de Salud. Los logros fueron inmediatos en 2017: de los 190 pacientes en tratamiento de tuberculosis en el campamento de refugiados de Khor al Wharal, el 66% se recuperó completamente.

Si bien la tasa de infección de TB es definitivamente mayor en la población de refugiados, la comunidad local de acogida también se está beneficiando del tratamiento avanzado que ofrece MSF. Hameia Hamed Kameh, una anciana sudanesa, ha visto cómo ha cambiado su vida después de haber dejado la cama donde la tenía postrada la tuberculosis que afecta a su columna vertebral. "Con la ayuda de mis amigos y familiares, fui al hospital de MSF. Otros médicos cobran mucho dinero por la atención, y además me diagnosticaron mal. El tratamiento de MSF es gratuito", dice.

La guerra en Sudán del Sur ha tenido un coste enorme para su gente y ha convertido una enfermedad tratable como la tuberculosis en un desastre mortal para la salud pública. La comunidad internacional debe hacer más para apoyar los sistemas de salud en Sudán del Sur, especialmente en lugares como el estado del Alto Nilo. La inversión en atención médica (personal sanitario, instalaciones y suministros) puede traer un cambio real a la vida de estas personas, incluso en los momentos más sombríos.


lunes, 17 de diciembre de 2018


Los cuatro últimos años han sido los más calurosos de la Historia reciente

Los cuatro últimos años han sido los más calurosos registrados hasta la fecha, según ha confirmado la Organización Meteorólica Mundial (OMM), en la antesala de la conferencia del cambio climático (COP24) que se celebra en Polonia desde este fin de semana. El informe "State of the Gobal Climate 2108", confirma que el año en curso será el cuarto más cálido, con temperaturas de 0,98 grados por encima de la era preindustrial.

Los 20 años más calurosos se han registrado precisamente desde 1996. La OMM advierte que la temperatura global puede subir de tres a cinco grados con la tendencia acutal de aquí a finales de siglo, muy por encima de la "línea roja" de los dos grados fijados por el acuerdo de París (y del compromiso de perseguir esfuerzos para limitar la subida a 1,5 grados).

Las emisiones de gases invernadero han alcanzado un nuevo récord, después de la "estabilización" experimentada en los últimos cuatro años. La OMM estima que el mundo debe triplicar sus esfuerzos para no superar el "límite" de los dos grados, y multiplicarlos por cinco para no superar la línea de seguridad de 1,5 grados.

"No estamos ni mucho menos en el camino para alcanzar los objetivos ante el cambio climático", ha advertido el secretario general de la OMM Petteri Taalas. "Si explotamos todos los recursos de combustibles fósiles, las temperaturas subirán considerablemente por encima".

"Somos la primera generación que entiende el alcance del cambio climático y la última generación que será capaz de hacer algo para paliar los efectos", ha advertido el meteorólogo finlandés, en una renovada llamada a la acción a los líderes políticos.

Según el último informe de la OMM, el fenómeno meteorológico conocido como La Niña, que contribuye a un descenso de las temperaturas en la superficie del mar, ha mitigado hasta cierto punto el calentamiento global en el 2018. En el 2019, sin embargo, existe un 80% de posibilidades de que vuelva a producirse el contrapunto, conocido como El Niño, con un aumento de las temperaturas en el Océano Pacífico que suele provocar olas de calor en Australia, inundaciones en Suramérica y sequías en Asia y África.

La subida de las temperaturas han disparado los episodios de clima extremo en el último año, con 70 ciclones tropicales (frente a la media de 53) que han afectado sobre todo a Vietnam, Filipinas y Corea y huracanes en el Caribe y en las costas norteamericanas. Las olas de calor golpearon el centro y el norte de Europa, con incendios devastadores en Grecia, Suecia, Canadá y California. Las inundaciones intensificaron en regiones como el este de África y Japón y forzaron el desplazamiento de hasta 1,4 millones de personas en Kerala (India).

"Cada fracción de un grado significa una gran diferencia para la salud humana y para el acceso a comida y agua potable", advierte en declaraciones en The Guardina la subsecretaria general de la OMM, Elena Manaenkova. "Estamos hablando también de la extinción de animales y de la desaparición de las barreras coralinas y de la vida marina".

El informe State of the Global Climate 2018 advierte también sobre los efectos de la desaparición del hielo en el Artico, que alcanzó el tercer mínimo histórico en marzo y el sexto nivel mínimo en septiembre. La OMM abvierte que los mares están absorbiendo una cantidad récord de calor y que el proceso de acidificación oceánica se está intensificando.