viernes, 20 de abril de 2012

La regulación de las drogas en Latinoamérica
El pasado 8 de abril los expresidentes latinoamericanos Fernando Henrique Cardoso, César Gaviria y Ernesto Zedillo publicaron un nuevo documento sobre el tema de las drogas en América Latina. En el mismo tenor que sus pronunciamientos anteriores, realizados en el marco de la Comisión Global sobre Drogas hace ya cuatro años, pero con mayor precisión y de manera más explícita ahora, reiteran que “40 años de inmensos esfuerzos no lograron reducir ni la producción ni el consumo de drogas ilícitas […]\[...\] frente a la ineficacia y las consecuencias desastrosas de la “guerra contra las drogas” [se ha reconocido] el fracaso de la estrategia prohibicionista y la urgencia de abrir un debate sobre políticas alternativas”.
Hablan ya claramente de la regulación de la marihuana como del alcohol y del tabaco. Felicitan a los presidentes de Guatemala, Colombia y Costa Rica por empezar a proponer opciones distintas y reseñan las experiencias pertinentes de los últimos tiempos para diseñar alternativas: “Europa en materia de salud pública y reducción de daños; los experimentos médicos de algunos Estados de Estados Unidos con los usos medicinales de la marihuana; la movilización de los sectores empresariales y de la comunidad científica, y la expectativa de los jóvenes…”. Junto con posiciones igual o más explícitas de otros ex mandatarios como Vicente Fox y Felipe González, de intelectuales latinoamericanos como Carlos Fuentes y Mario Vargas Llosa, y de muchos otros exfuncionarios de múltiples países, ya son un número creciente de voces, encabezadas por supuesto por los presidentes Juan Manuel Santos, Otto Pérez y Laura Chinchilla, que claman lo mismo: esto no funciona.
Gracias a la iniciativa de estos últimos tres, la Cumbre de las Américas celebrada en Cartagena este pasado fin de semana abrió el debate a nivel de jefes de Estado: por primera vez un presidente de Estados Unidos se vió obligado a escuchar los argumentos, las tesis y el dolor de sus colegas del sur del Río Bravo sobre el terrible costo, y los magros resultados, de la “guerra a las drogas”. Como bien lo dijeron Santos, Pérez Molina y Chinchilla, se trata solo del comienzo de un largo proceso, y solo el tiempo y la discusión ayudarán a animar a otros mandatarios latinoamericanos a convencer a Barack Obama o a su sucesor de que la política de los últimos 40 años ha sido un desastre.
Lo más alentador es que el principal obstáculo a un consenso regional a favor de una alternativa —la actual postura mexicana— cambiará pronto. México es el único país a la vez productor y de tránsito de drogas en la región; es el que ha pagado el mayor precio —más de 50.000 muertos en los últimos cinco años— por combatir las drogas (Colombia luchó también contra guerrillas y paramilitares); y es el que mayor presencia tiene, por razones evidentes, dentro de Estados Unidos. El actual presidente, Felipe Calderón, ha sido el mayor baluarte de la postura prohibicionista, aunque de dientes para fuera ha aceptado que “haya debate” sobre la legalización. Pero Calderón termina su mandato el 30 de noviembre, y cualquiera de sus posibles sucesores ya ha comenzado a distanciarse del camino seguido entre 2007 y 2012.
Lo hacen porque la sociedad mexicana también empieza a evolucionar al respecto. Un grupo de empresarios y académicos de Monterrey han apoyado la despenalización, y presentaron una ponencia al respecto en Cartagena. Una organización conservadora de la sociedad civil, México Unido Contra la Delincuencia organizó un foro de gran repercusión en la Ciudad de México sobre el tema. Todo esto se ha traducido, lógicamente, en cambios en el enfoque de los políticos y los partidos, y, sobre todo, en las posturas de los más importantes: Josefina Vázquez Mota y Enrique Peña Nieto, los dos candidatos punteros a la presidencia de la República.
En México algunos candidatos ya han dado un paso que nos aleja de los últimos 40 años
Hace unos días, Vázquez Mota anunció que “en el golpe de timón” de su campaña habría una nueva estrategia para la lucha contra la violencia o “guerra contra las drogas”. Dijo que aun manteniendo al ejército en las calles y sin pactar con el narco, concentraría, sin embargo, los recursos y esfuerzos del gobierno en combatir la violencia que afecta a la gente, y en particular cuatro delitos: secuestro, extorsión, asalto en vía pública, y asalto en domicilio. Se trata de un cambio tácito pero crucial frente a la estrategia del presidente Felipe Calderón, que ha consistido en concentrar los recursos y las prioridades en el combate al narco, incluso provocando un crecimiento espectacular de los homicidios dolosos, los secuestros, los asaltos y la extorsión.
Enrique Peña Nieto, en un libro publicado el año pasado, en sus artículos de periódico y en su breve ensayo publicado hace poco en México ha dicho lo mismo: va a concentrar el esfuerzo en combatir los delitos que afectan a la gente: homicidios, extorsión, secuestro. Su prioridad será reducir la violencia, no combatir a los cárteles que envían cocaína de los países andinos, marihuana, heroína y metanfetaminas de México, a Estados Unidos.
En un mundo ideal, de recursos ilimitados, sería factible combatir tanto al narcotráfico como a los delitos que afectan a la sociedad; incluso en algunos casos tal vez sean los mismos individuos los autores de ambas desgracias para las sociedades latinoamericanas. Pero dada la escasez de recursos financieros, policíacos, militares y jurídicos en México y toda América Latina, esto no es posible.
Decir, como Vázquez Mota y Peña Nieto, que van a concentrar los recursos en combatir la violencia que afecta a la gente, aunque no lo vean o entiendan así, significa desconcentrar los recursos de la guerra contra el narco. Desconcentrar los recursos de la guerra contra el narco, significa “dejar pasar la droga” a Estados Unidos, como lo ha dicho en privado un ex presidente centroamericano; hacerlo sin regular un mercado legal de drogas, significa fomentar la cultura de la ilegalidad e impunidad. Como nadie aspira a eso en una región justamente asolada por la debilidad del Estado de derecho, llegamos a la recomendación de Cardoso, Gaviria y Zedillo: cambiar la ley para adaptarla a la realidad, en lugar de querer cambiar la realidad para adaptarla a la ley.
Esto es lo mismo que muchos han dicho desde hace cinco años, tanto en México como en muchos países de América Latina. Pensar que se puede perseguir al narco y a la vez proteger a la sociedad contra la violencia en un contexto de escasez de recursos y de debilidad institucional (o, por cierto, de abundancia y fortaleza también) es una ingenuidad o peor, una tontería. Qué bueno que América Latina, poco a poco, avance por este sendero; que bueno que Cardoso, Gaviria, Zedillo, Fox, Fuentes y Vargas Llosa tomen más claramente partido; que bueno que Barack Obama escuche; que bueno que hasta en México las cosas cambien; que bueno que los que siguen en México, Vázquez Mota o Peña Nieto, ya hayan dado un paso, consciente o inconsciente, incipiente o de gran alcance, retórico o sustantivo, que nos aleja de la hecatombe de los últimos 40 años.

viernes, 13 de abril de 2012

Apueste por el próximo Cristiano
Los fondos que invierten en futbolistas, vetados en Inglaterra, se abren paso en España
Estos días, en los campos de fútbol de Valdebebas, donde entrena el Real Madrid, nadie escucha a Cristiano Ronaldo, Ángel Di María o Fabio Coentrão hablar de flujos de caja, partícipes, liquidez o tasas de retorno, pero tal vez debieran hacerlo, pues ese mundo financiero les toca muy de cerca. Los tres juegan de forma directa o indirecta en el campeonato de los fondos de inversión especializados en jugadores de fútbol. Un producto financiero que evidencia que hace ya tiempo que este deporte perdió su candidez y dejó de ser un juego para convertirse en un negocio planetario.
Los fondos de inversión en futbolistas son muy habituales en Argentina, Uruguay y, sobre todo, Brasil, mientras que en Europa ya se están viendo en Portugal y España y, algo más lejos, alcanzan también a Turquía. Son productos que compran derechos económicos de los jugadores y los manejan como un activo más. Y, claro, generan recelos, sobre todo entre ciertos estamentos, como la UEFA, que ha señalado, a través de su secretario general, Gianni Infantino, que “este tipo de propiedad sobre un jugador es una amenaza creciente”. ¿Por qué? La FIFA prohíbe que alguien ajeno al equipo decida sobre el traspaso de los jugadores. O sea, “no ve con buenos ojos fichajes financiados de forma total o parcial por inversores distintos de los clubes donde jugarán los deportistas. Por esta razón, estos fondos están prohibidos en Inglaterra”, afirma Esteve Calzada, consejero delgado de Prime Time Sport y agente FIFA de jugadores.
De hecho, en el país británico no se permite lo que se llama third party ownership (derecho de terceras personas), pues ya en su día la Premier (Liga inglesa) multó al West Ham porque los derechos de los jugadores Mascherano y Tévez (que procedían del brasileño Corinthians) eran propiedad del fondo Media Sports Investments. Ahí empezó una gran desconfianza, que aún persiste. “Hay dos grandes miedos entre los aficionados”, advierte Tom Cannon, profesor de desarrollo estratégico en la Universidad de Liverpool y reconocido experto en fútbol y finanzas: “Primero, que los mejores jugadores se venderán buscando el máximo beneficio en contra de las necesidades del propio club. Después de todo, son especuladores. Quieren dinero, no ganar títulos. Y segundo, e igual de importante, ¿dónde queda la lealtad de los jugadores hacia sus equipos? Se socava el vínculo entre los futbolistas y los aficionados”.
Los derechos económicos de los jugadores son un activo más
En esa línea, por decirlo así, moral se dirigen también las críticas de Manuel García Quilón, representante, entre otros futbolistas, de Callejón, Albiol o Arbeloa. “Para el club, los fondos son una forma de asegurarse unos ingresos, pero a mí no me agradan. Si fuera futbolista, no me gustaría que mi carrera profesional dependiera de la especulación financiera. A mis jugadores no se los aconsejo”.
Por elevación, podríamos decir que cualquier deporte que genere grandes sumas de dinero plantea los interrogantes anteriores. Hace escasos días, el centro de estudios CIES Football Observatory publicaba que los agentes de futbolistas que operan en Europa ganaron el año pasado 400 millones de euros. Por tanto, “los fondos de inversión en jugadores son un producto inevitable dentro de una industria que mueve ingentes intereses económicos y que busca cómo financiarse una vez que los derechos televisivos y los patrocinios no dan más de sí”, reflexiona un alto cargo del Real Madrid.
En esta semidesconocida industria, quizá el producto más popular sea Quality Sports Investment Fund. Lanzado en 2011, posee los derechos de unos 15 jugadores y en él participan 20 inversores, acorde con diversas fuentes, y cuenta con el asesoramiento de Jorge Mendes —representante de Cristiano Ronaldo, José Mourinho, Ángel Di María o Fabio Coentrão, entre otros— y Peter Kenyon, exdirectivo del Manchester United y del Chelsea. Registrado en Jersey —un territorio de tributación laxa—, la inversión mínima inicial se estimaba en un millón de libras (1,2 millones de euros). Y prometía (no admite ya inversores) una rentabilidad del 10% anual.
Los agentes de futbolistas ganaron 400 millones de euros en 2011
Como se ve, estos productos no están abiertos a un público mayoritario, pero los especialistas indican que podrían democratizarse si alcanzan su nivel de crucero. Por ejemplo, en Brasil, el pase del 30% de un jugador con talento de 16 años puede costar 250.000 dólares (cerca de 190.000 euros). Si trasladamos ese traspaso a un fondo, daría la posibilidad de inversiones más bajas.
Y es que el país latinoamericano es uno de los más activos a la hora de desarrollar estos instrumentos. Hasta 2001 existía la figura jurídica del pase, por el que una vez que el jugador finalizaba su contrato de trabajo, todavía seguía ligado al club. A partir de ese año la normativa cambió, y el futbolista solo se haya vinculado durante la vigencia del acuerdo, que es la condición indispensable para que puedan generarse beneficios con sus derechos económicos.
Esta modificación dio luz verde al crecimiento de los fondos de inversión de futbolistas en Brasil, que además se ha apoyado en su pujante economía. “Por tanto, seguiremos viendo contrataciones relevantes en colaboración con clubes e inversores”, analiza el abogado brasileño especializado en derecho deportivo Eduardo Carlezzo. Y añade: “En Brasil, estos fondos continúan teniendo campo de actuación”. Ahí tenemos, por ejemplo, el FIP Soccer BR1 (gestionado por Banco Bradesco), que maneja 49,89 millones de reales (25 millones de euros) en activos con un plazo de inversión de 20 años.
En España, Doyen Capital trabaja con Atlético, Getafe y Sporting de Gijón
¿Y en Europa? En Portugal, tanto el Benfica como el Porto tienen instrumentos propios. Benfica Stars Fund posee (a febrero de este año) los derechos de 20 jugadores. Entre ellos, algunos nombres bien conocidos por el aficionado: Ezequiel Garay, David Simão, Nolito, Javi García. También han pertenecido a la cartera de este instrumento Ángel Di María y Fabio Coentrão. El fondo maneja 40 millones de euros para incorporar deportistas de entre 16 y 26 años que tengan un contrato laboral de al menos tres años.
En el otro lado de la rivalidad, el Sporting Portugal Fund muestra en su cartera 18 jugadores, entre los que destacan Diego Capel o André Santos. Este producto gestiona 15 millones de euros y tiene la misma estructura y característica que el del Benfica. De hecho, ambos instrumentos están manejados por la gestora del Banco Espirito Santo y el mínimo de entrada es de 15.000 euros. Sin embargo, habrá que esperar a alguna ventana de inversión, ya que “son fondos cerrados y no están disponibles para su venta al por menor”, confirma un portavoz de la entidad financiera.
En nuestra Liga, uno de los más activos es Doyen Capital Partners, que mantiene acuerdos con el Atlético de Madrid, Getafe y Sporting de Gijón.
“Hablamos, por tanto, de productos que tienen su emoción (el jugador debe revalorizarse para ser rentable), pero a cambio resulta posible conseguir más rentabilidad que en otros activos”, concluye Félix Plaza, responsable de derecho deportivo del bufete Garrigues.

jueves, 12 de abril de 2012

Amanece en Birmania
El arrollador triunfo electoral de Suu Kyi augura la consolidación de la apertura militar
La aplastante victoria del partido de Aung San Suu Kyi en las elecciones legislativas parciales, todavía por confirmar oficialmente, augura una nueva era para Birmania. Son solo 45 escaños, una pequeña fracción del Parlamento, pero lo que otorga su condición histórica a estos comicios (primeros en los que ha participado la Liga Nacional para la Democracia desde que la dictadura militar ignorase su triunfo en 1990) es el hecho de que Suu Kyi, indiscutible referente moral de Birmania (oficialmente Myanmar), decidiera finalmente concurrir, tras entrevistarse el verano pasado con el presidente Thein Sein, motor del cambio reformista.
La magnitud del éxito del partido de Suu Kyi (la práctica totalidad de los escaños disputados) anticipa un rápido final de las represalias que Estados Unidos y la UE mantienen sobre el régimen militar birmano, perpetuado desde 1962. Sanciones que esperaban la prueba de fuego electoral después de un año en el que se han sucedido en el país del sudeste asiático inequívocos pasos aperturistas. El Gobierno del ex general Sein ha liberado a cientos de presos politicos, relajado drásticamente la censura de prensa y permitido la acción sindical. Y muestra signos claros de alejamiento del todopoderoso y absorbente vecino chino.
Resultará difícil a los birmanos, aislados y aplastados durante décadas, sustraerse a la euforia suscitada por el triunfo de Suu Kyi. Pero las expectativas sobre el alcance de la reforma en este país de 60 millones son desmedidas y precipitadas mientras sigan existiendo numerosos prisioneros de conciencia, continúe la violencia contra las minorías étnicas, o los generales y sus paniaguados políticos dominen el poder, el Gobierno y el Parlamento. Tampoco sería realista extrapolar la veneración que muchos de sus compatriotas sienten por Suu Kyi —de 66 años de edad y salud frágil— al previsible papel que le aguarda, tras veinte años de lucha, en los asuntos públicos de Birmania. Se ha pronunciado poco sobre aspectos concretos de política o economía, más allá de buscar el imperio de la ley o desmontar la Constitución de 2008, que garantiza a los militares la última palabra en todo.
De cómo la Nobel de la Paz, desde una indisputada torre moral, acomode su tránsito entre las ilusiones populares y las realidades con frecuencia turbias de la política, depende en buena medida el futuro de esta amanecida Birmania