jueves, 7 de marzo de 2019



Las olas de calor en el mar tienen el mismo efecto que los incendios en los bosques
Las subidas precipitadas de las temperaturas son cada vez más intensas, severas y largas en los mares. Y sus efectos son devastadores sobre las hierbas marinas y las barreras coralinas.

Las olas de calor no sólo afectan a la superficie terrestre, sino también a la vida en los océanos. Las subidas precipitadas de las temperaturas son cada vez más intensas, severas y largas en los mares. Y sus efectos son devastadores sobre las hierbas marinas, las barreras coralinas, las algas, el plancton y toda la cadena alimenticia.

Un estudio realizado por la Asociación Biológica Marina de Plymouth y pubicado en la revista científica Nature Climate Change indaga como nunca antes en este fenómeno, a partir de 116 informes en todo el mundo y de 8 casos concretos de olas de calor marinas en las tres últimas décadas, incluida la conocida como "Ningaloo Niño" que fijó un récord en la franja costera de Australia en 2011.

"Las olas de calor en el mar son como los incendios provocados por la altas temperaturas en los bosques", advierte en declaraciones a The Guardian el biólogo Dan Smale, autor de la investigación. "El efecto que tienen sobre la vida bajo el agua es similar: las hierbas marinas y los racimos de algas kelp mueren ante nuestros ojos. Y en cuestión de semanas y meses desaparecen por completo de las costas".

El número de total de días acumulados de olas de calor en los mares ha aumentado un 50% en los últimos 30 años. Entre el 2014 y el 2016 se llegaron a triplicar, con una intensidad especial en el Atlántico sur y en el Pacífico. La temperatura promedio en la superficie de los océanos es de 17 grados, pero en las oleadas de calor puede superar los 25 o incluso los 30 grados.

A lo largo del siglo pasado, se estima que el aumento de las temperaturas en los océanos fue de apenas 0,1 grados, en contraste con la subida de 0,6 grados en la superficie terrestre. El calentamiento se ha acelerado sin embargo en lo que va de siglo: en los últimos cinco años se han dado las temperaturas más altas en el mar desde que hay registros.

A la preocupación por el calentamiento y la acidificación de los océanos se une ahora la inquietud por los efectos de las olas marinas de calor que pueden causar temperaturas extremas por cinco o más días seguidos.

"Su impacto adverso hace sentir en un amplio espectro de organismos, desde el plancton a los invertebrados, los peces, los mamíferos y las aves marinas", advierte el biólogo Dan Smale. "Algunas especies pueden nadar hacia aguas más frías en teoría, pero las olas de calor golpean en los océanos en zonas muy amplias y de una forma a veces más rápida que el movimiento de los peces".

Los efectos colaterales se han hecho ya sentir en tierra y en afecta a la vida de los humanos, como ocurrió con la ola de altas temperaturas que sacudió el Atlántico occidental en el 2012, que causó daños severos a las poblaciones de langostas y que creó tensiones fronterizas entre Estados Unidos y Canadá.

"A menos que tomemos acciones urgentes, en el futuro habrá menos peces en los océanos, con cambios dramáticos en su estructura ecológica y graves implicacioens para los humanos que dependemos de la vida marina", advierte Eva Plaganyi, de la organización atmosférica y oceánica CSIRO en Australia.


martes, 5 de marzo de 2019



Duterte exige cambiar el nombre a Filipinas para olvidar la «brutalidad colonial» de Felipe II

El presidente del país se olvida de que, a pesar de las mentiras extendidas, los verdaderos genocidios en el país fueron perpetrados por Estados Unidos
En lo que supone el enésimo caso de exageración histórica el presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte, ha señalado que pretende cambiar al nombre del país que lidera para olvidar la «brutalidad colonial» que sufrió su país a manos deFelipe II. Se olvida de dos cosas: que los verdaderos genocidios perpetrados en el país fueron estadoundisenses y que hubo una matanza de españoles en la región en 1945.
De toda esta serie de tropelias, Duterte solo se ha quedado con la mentira extendida a golpe de Leyenda Negra antiespañola.

De nada ha valido que las órdenes religiosas protegieran a los nativos (algo que sucedía en el resto de territorios descubiertos y colonizados). Tampoco que los dominicos fundaran en Manila la primera universidad de cristiana en Asia en el año 1611. Por el contrario, las barbaridades de los estadounidenses parecen seguir ocultas. Y eso, a pesar de que la guerra entre americanos y filipinos de 1898 se cobró la vida de más de un millón de nativos.

Por el momento, Duterte no ha seleccionado ningún nombre concreto para las islas. Lo único que ha señalado es que pretende cambiarlo la denominación que recibió el archipiélago en 1543, cuando fue bautizado en honor al entonces futuro rey de España Felipe II. «No tengo un nombre particular todavía, pero me gustaría cambiarlo porque se debe al rey Felipe de España», explicó en la noche del domingo durante un acto en la provincia sureña de Basilan.

En lo único que tiene razón es en la fecha en la que los europeos arribaron a Filipinas. El evento se sucedió durante el viaje de Magallanes y Elcano en pos de una ruta hacia las Molucas (misión que, a la postre, se convertiría en la primera circunnavegación del planeta). En 1521, la famosa expedición llegó al archipiélago, que fue bautizado como Filipinas. En Mactán, una de las islas, el marino portugués decidió desembarcar y perdió la vida a manos de los nativos.

A pesar de que Duterte afirma que no ha elegido un nombre, la realidad es que, hace un par de semanas, sugirió rebautizar la región como Maharlika, que hace referencia a su pasado prehispánico de Filipinas. Este era el término malayo que aludía a las primeras civilizaciones feudales que habitaron la isla de Luzón, la más extensa de Filipinas, antes de la colonización de los españoles, que se prolongó más de tres siglos, hasta 1898.

Ha pasado ya mucho tiempo. Hay muchos otros nombres. En Mindanao o Luzón no queda islam, fuimos convertidos brutalmente. Mataron (los españoles) a todo aquel que no quería ser cristiano», señaló el mandatario. El fallecido dictador filipino Ferdinand Marcos, del que Duterte es admirador declarado, también intentó durante su extenso mandato modificar la denominación actual del país por Maharlika.

Según el presidente Duterte, el nombre de Filipinas, ligado a la herencia hispánica y cristina, discrimina a la comunidad musulmana filipina, que se concentra principalmente en la isla sureña de Mindanao. La actual Constitución de 1987 permite cambiar el nombre del país si el Congreso se pone de acuerdo y luego se ratifica en un referéndum por una mayoría de la población.
Genocidios estadounidenses
La hemeroteca, como siempre, es un arma poderosa. En este caso, es necesario que retrocedamos hasta el año 1898 para entender que las verdaderas barbaridades contra Filipinas llegaron de mano norteamericana. Tras la caída de España en la región y después de que Estados Unidos se hiciera con el mando de la colonia, los nativos se alzaron, el 4 de febrero de 1899, en contra de sus nuevos líderes. En la llamada «insurrección nipona», el presidente William McKinley aplastó las revueltas a golpe de fusil y bayoneta. Todo ello, mientras afirmaba que la presencia de sus hombres en la región permitiría a los habitantes beneficiarse de los avances de la libertad, la benevolencia cristiana y la prosperidad.

La realidad es que la contienda se llevó por delante a más de un millón de filipinos. Así lo recordó fray Manuel Arellano Remondo (un famoso religioso y cronista de la época) en su obra «Geografía General de Las Islas Filipinas». «La población disminuyó por razón de las guerras, pues al empezar la primera insurrección se calculaba en 9.000.000 y actualmente (1908) no llegarán a 8.000.000 los habitantes del Archipiélago», explicaba en la página 15. Guillermo Gómez Rivera, de la Academia Filipina, afirma en su dossier « El idioma español en las Filipinas» que, «se refiere indudablemente a las víctimas de la Guerra entre la primera República de Filipinas de 1898 y Estados Unidos de Norteamérica».

Este mismo autor también señala que el genocidio del pueblo filipinio fue corroborado por otros estadounidenses. «La fuente norteamericana a la que nos referimos es la del historiador James B. Goodno autor del libro “The Philippines: Land of Broken Promises, Nueva York, 1998”, cuya página 31 nos suministra esa importante cifra y dato». A su vez, analiza en su extensa investigación el que la mayoría de los asesinados hablaban castellano debido a que el idioma se había extendido ampliamente por la región.

Pero este no fue el único genocidio perpetrado por los estadounidenses contra el pueblo filipino. En plena Segunda Guerra Mundial, allá por 1945, los estadounidenses bombardearon de forma incansable el archipiélago para acabar con los nipones que se escondían en las islas.
El ataque, como bien recuerda el historiador Jesús Hernández en su libro « Breve historia de la Segunda Guerra Mundial», se produjo entre febrero y marzo de ese mismo año y fue dantesco. «La Batalla de Manila duró un mes, muriendo miles de civiles a causa de las bombas norteamericanas, pero MacArthur permaneció insensible al sufrimiento de sus antiguos administrados, obsesionado con tomar la ciudad. Tras salvajes combates urbanos, el general dio por liberada la ciudad el 27 de febrero, pero prefirió no celebrarlo ante la dantesca visión de los cadáveres que se amontonaban en sus destruidas calles», explica.

Matanza de españoles
Dutarte también se olvida de que los primeros que sufrieron en Filipinas fueron los españoles. Y es que, en 1945, fueron más de 300 los que fueron asesinados por los nipones en Manila. Durante la retirada, las tropas japonesas, huyendo del ejército estadounidense, incendiaron la ciudad y asesinaron a sus ciudadanos en un cruel y desesperado intento por evitar que los supervivientes contaran su derrota. Se contabilizaron más de 100.000 muertos, de los cuales, más de 70.000 fueron deliberadamente ejecutados por los soldados japoneses.

«Cuando perdieron todo se complicó y el trato a la población se volvió violento. Sus víctimas fueron tanto filipinos, como chinos alemanes, suizos o españoles. No podían tolerar que el resto del mundo se enterase de su humillación, así que se negaron a abandonar el país por las buenas y se produjo una matanza indiscriminada», contaba la escritora Carmen Güell, autora de «La última de Filipinas», el libro en el que relata, en primera persona, el testimonio de Elena Lizarraga, una de las supervivientes de origen español que sufrió las consecuencias del salvajismo nipón.

En pocos días, todo el pasado colonial español de Manila, presente en sus edificios históricos, fue arrasado y alrededor de 300 españoles de los 3.000 censados murieron brutalmente asesinados. «Muchos eran terratenientes que se habían quedado en Filipinas después de desaparecer como colonia», puntualizaba Güell.

«La piedad, la diplomacia, la previsión, la hermandad asiática no existieron. Sólo existió el horror de la guerra y el fuego», contaba Massip en el 64 sobre la sangrienta, devastadora y absurda retirada nipona del archipiélago, donde murieron más personas que con las bombas atómicas que caerían, cinco meses después, sobre Hiroshima y Nagasaki.

La victoria aliada sobre los japoneses tuvo, por lo tanto, un terrible coste material y humano en Manila, que pasó a ser, desde entonces, la segunda ciudad más devastada por los bombardeos durante la Segunda Guerra Mundial, después de Varsovia. Y dentro de Manila, la zona sur de Malate y de Intramuros, habitada por muchas familias españolas, la más castigada de todas.

viernes, 1 de marzo de 2019


La prótesis que nació gracias a las piezas de un helicóptero de Lego


A los nueve años todo es posible. La imaginación es entonces un terreno fértil donde las ideas más peregrinas (que son las más geniales) puede agarrar y florecer. Luego, comienzan las mezquindades, los temores y los cálculos. A eso lo llamamos madurar, sin percatarnos de que esa madurez lleva implícita una falta de riesgos en el pensar que cercena muchas grandes ideas. A los nueve años fue cuando David Aguilar tuvo la idea que iba a marcar el resto de su vida.
Empezó, de qué otra forma si no, como un juego cuando se encontraba montando uno de los kits de construcción de Lego. Pero, en lugar de ordenar las piezas para que fuesen las hélices o la cabina del helicóptero para el que estaban diseñadas, decidió colocarlas alrededor de su brazo, un brazo pequeño y malformado a causa del síndrome de Poland, una rara enfermedad congénita que padece de nacimiento y que afectó a su pectoral derecho y al antebrazo del mismo lado. Aquel día David imaginó que sus piezas de Lego podían convertirse en una extensión de la extremidad, una especie de prótesis que le ayudara a realizar algunos movimientos. Y como a los nueve años todo es posible… convirtió su idea en una realidad y en un leitmotiv que ha guiado sus pasos hasta hoy. La enfermedad de David nunca fue una excusa para él, sino más bien una circunstancia que, como aseguraba Ortega y Gasset, tenía que salvar para salverse él: “El mundo te cambia completamente porque no solo haces las cosas de manera diferente a otras personas, sino que incluso buscas la forma de hacerlas mejor que los otros”.
Aquella primera idea infantil se convirtió años después en una verdadera prótesis fabricada también con piezas de Lego. Ferrán Aguilar, el padre de David, recuerda la noche en la que su hijo se plantó en el salón de casa para enseñarles su nuevo invento con el que podía flexionar el brazo y agarrar objetos: “fue un momento mágico”. Fue precisamente Ferrán quien comenzó a compartir vídeos y fotos de David en redes sociales y su hazaña llegó hasta Lego. La compañía les envió una emotiva carta en la que aseguraba que se habían quedado “sin palabras… La fuerza y el tesón de David son las cosas que nos hacen sentirnos orgullosos y por las que queremos seguir dando la oportunidad a que todos los niños del mundo tengan acceso a nuestros ladrillos Lego”.
Gracias a aquellos vídeos David se convirtió en una pequeña celebridad: dio conferencias y fue entrevistado por medios de medio mundo (incluyendo la CNN o el National Geographic) pero, lo más importante, es que al acabar el bachillerato recibió una invitación de UIC Barcelona para estudiar Bioingeniería. A sus 19 años -y sin dejar a un lado la curiosidad que desde niño ha guiado sus proyectos- mira el futuro con optimismo y tiene claro qué quiere hacer: “Mi sueño es poder ayudar a gente que esté en la misma condición que estoy yo”.
Con la serie “Familias conectadas” queremos saber qué pasa cuando la tecnología se integra en el hogar. Investigar cómo afecta al ritmo de estudios, al ocio, al trabajo, a la cultura… Pero sobre todo cómo modifica las relaciones humanas y qué hacer para que conseguir una interacción natural entre todos los miembros de la familia y las máquinas.