lunes, 27 de octubre de 2014



La anorexia masculina: ignorada, minoritaria y distinta
Un estudio bucea en las diferencias que presenta la enfermedad en hombres y mujeres
En los chicos la tasa de homosexualidad es superior y la respuesta al tratamiento es mejor
La anorexia entre los hombres es minoritaria (apenas un 10% de los casos) y pasa más inadvertida que entre las mujeres (niñas, adolescentes, jóvenes, fundamentalmente). Pero a pesar de haber sido un trastorno ignorado durante años, no solo existe; sino que tiene sus particularidades respecto a las chicas. Por ejemplo, destaca la proporción de homosexuales, que es superior entre los pacientes varones. También hay diferencias en las estrategias empleadas para perder peso por las víctimas de esta disfunción de la conducta alimentaria: en lugar (o además) de recurrir a prácticas como los vómitos, ellos tienden a desarrollar otros comportamientos como la obsesión por el ejercicio. E incluso hay más casos de comportamientos cruzados con la depresión y el abuso de drogas.
Estas son algunas de las conclusiones a las que han llegado investigadores de la Universidad de Montreal que se han sumergido en 24 estudios elaborados a lo largo de 15 años sobre las historias clínicas de 279 pacientes de entre 11 y 36 años para detectar los denominadores comunes entre hombres y mujeres con anorexia, y, sobre todo, identificar las diferencias.
La investigación dirigida por el equipo canadiense y publicada en la revista Neuropsychiatrie de l'Enfance et de l'adolescence destaca que los afectados de ambos sexos comparten el mismo terror por ganar peso o la obcecación enfermiza por llevar la cuenta de las calorías ingeridas. Pero inciden en las discordancias y reflexionan sobre ellas. Por ejemplo, respecto a la mayor tasa de homosexuales, los investigadores lanzan varias hipótesis. Entre ellas, sugieren que está relacionado con la importancia que se da en la comunidad gay a la apariencia física, pero también comentan que la anorexia podría ser un refugio frente a los conflictos derivados de la necesidad de afrontar la identidad sexual del paciente. “La anorexia nerviosa sería una forma de retrasar decisiones o de evitar afrontar dudas sobre la orientación homosexual”, plantea Laurence Corbeil-Serre, director de la investigación.
“Es cierto que estos chicos son un grupo de riesgo”, comenta Gonzalo Morandé, jefe de la unidad de Trastornos de la Alimentación del Hospital Niño Jesús de Madrid. “La tendencia homosexual es un clásico”, añade Enric Armengol, director médico del Centro de prevención y tratamiento de la anorexia y bulimia (Centro ABB) de Barcelona. “Por un lado, por las exigencias del aspecto físico de la comunidad gay y sus estereotipos de delgadez”, insiste Armengol. “Por otro, porque estos comportamientos se suelen dar en la adolescencia, durante unas etapas de desarrollo personal en los que están definiendo su orientación sexual, y padecen una tensión emocional que les hace más vulnerables a este tipo de comportamientos”.
Morandé, por cuya consulta han pasado durante los últimos 20 años “algo más de 2.000 chicas y más de 200 chicos” añade otro grupo de riesgo entre ellos. Este especialista señala a niños con sobrepeso “que se sienten rechazados y pasan de un extremo al contrario, especialmente si tienen un carácter obsesivo”. Y también apunta hacia los deportistas infantiles de alto nivel, algunos de los cuales ha tratado: “se crea una expectativa elevada respecto a ellos, y si no están a la altura del nivel de exigencia que se les ha puesto, se sienten fracasados, y lo pagan con la comida y con el ejercicio compulsivo”.
Hay otras diferencias a los que no alude el estudio pero sobre las que se detienen tanto Morandé como Armengol. Por ejemplo, las relacionadas con la reacción de unos y otras ante los tratamientos para hacer frente a la enfermedad. “En varones la respuesta es algo más rápida que entre ellas”, relata Armengol. “Sobre todo en la primera fase de la terapia, que es conductual [luego se trabaja más la personalidad], en la que tratamos de conseguir que el paciente recupere una ingesta saludable y deje de comer en función de cómo se siente emocionalmente”. ¿A qué se deben estos comportamientos diferenciados? “Quizás tenga que ver con el cerebro emocional del hombre, que responde mejor a los mensajes más directos y concretos”, comenta el psiquiatra del centro ABB. Hay otra posible explicación: es frecuente que las niñas con anorexia sean muy buenas alumnas, mientras los chicos no son igual de estudiosos, como comenta Morandé. Suelen ser chicas perfeccionistas y tenaces, ”lo que se convierte en un inconveniente a la hora de cambiar los hábitos”.
La respuesta al tratamiento entre los chicos es más rápida sobre todo en la primera fase, que busca recuperar una ingesta saludable
Enric Armengol, psiquiatra
Investigaciones previas ya habían identificado problemas a la hora de diagnosticar la anorexia o la bulimia en hombres, debido a la percepción generalizada que existe de que se trata de enfermedades de mujeres, lo que confunde tanto a las víctimas como a los médicos encargados de detectar los síntomas. La consecuencia de ellos es una falta de tratamiento y apoyo adecuado, como apunta un trabajo de las universidades de Oxford y Glasgow publicado en el British Medical Journal en abril. Este aspecto, que en la mayoría de las veces juega en contra de los chicos con anorexia, sin embargo, en ocasiones puede ayudarles en la recuperación. “A veces los chicos que llegan con una conciencia de enfermedad baja responden bien al tratamiento cuando se dan cuenta de que su problema no tienen nada que ver con ser débil o raro, sino con un trastorno alimentario. Aclaran sus ideas, se relajan y reaccionan mejor”.

En términos generales, dos tercios de los enfermos se recuperan, para lo que necesitan un largo tratamiento de entre tres y cinco años. El tercio restante sigue con algún tipo de síntomas y en el 5% de los casos, la enfermedad se cronifica. “Estos números se mantienen por igual entre hombres y mujeres”, comenta el psiquiatra del hospital madrileño.

viernes, 17 de octubre de 2014



La cárcel turca de Drácula
Una de las muchas sombras que acompañan la leyenda del temible Drácula está a punto de difuminarse. Poco se sabía de su juventud, aunque la mayoría de sus estudiosos coincidían en que él y su hermano fueron rehenes políticos de las autoridades otomanas durante varios años para asegurar la colaboración de su padre. Pero, ¿dónde estuvieron? Un grupo de arqueólogos turcos cree haber descubierto el lugar que sirvió de hogar forzoso de quien con el tiempo se convertiría en Vlad el Empalador: el antiguo castillo de Tokat, que se alza en un peñasco junto a esta ciudad en la parte norte del centro de Turquía. “El castillo está completamente rodeado de túneles secretos; es muy misterioso”, describió a la prensa local Ibrahim Cetin, uno de los arqueólogos que aseguran que fueron estas mazmorras las que alojaron al joven Vlad. “Es difícil estimar en qué sala se retenía a Drácula, pero él estuvo por aquí”, añadió Cetin.
Fue supuestamente durante sus años como preso político cuando Vlad desarrolló su carácter violento y el odio hacia el Imperio Otomano. Se cuenta que en 1462 el príncipe Vlad y sus hombres dejaron los cuerpos empalados de 20.000 personas a las afueras de la ciudad de Târgoviste, entonces capital de Valaquia, para que los encontraran las fuerzas otomanas que se aproximaban desde Constantinopla, la actual Estambul. Como comparación, el vampiro de Bram Stoker, que en el libro apenas muerde a unas pocas personas, parece casi entrañable.
Nacido en Transilvania en el primer tercio del siglo XV, se le conocía como Vlad Draculea (de dragón) y más tarde fue el príncipe Vlad III de Valaquia, una región al sur de la Rumania actual. Como príncipe, Vlad lideró a tropas rumanas cristianas en la guerra contra el Imperio Otomano, que quería expandirse hacia Europa, y se ganó fama de ser extremadamente cruel y de torturar y dejar empalados en el campo de batalla a miles de enemigos.
Los otomanos lo llamaban Lord Empalador. Años después de su muerte entre 1476 y 1477, su fama se había extendido por toda Europa. El mito y la leyenda fueron enriqueciendo su historia, que siglos más tarde inspiró al escritor irlandés Bram Stoker para imaginar en 1897 la figura del conde Drácula, el vampiro más literario, que recoge el nombre original del príncipe Vlad. Aunque la idea general del vampiro existe desde la Antigüedad y su figura moderna parece nacer en el sudeste europeo en el siglo XVIII, fue este Drácula de novela gótica quien popularizó la imagen del vampiro inmortal que se alimenta de la sangre de sus víctimas. En Occidente, libros y películas han reinterpretado su historia hasta el aburrimiento, y diferentes regiones de Rumania, Bulgaria, Serbia y ahora también Turquía tratan de apropiarse de su historia por motivos culturales o a veces turísticos.
“El castillo de Tokat está construido sobre la ciudad en una pendiente muy inclinada para su defensa. Más tarde, en el periodo otomano, se usó como prisión y aquí hubo presos destacados: también se rumorea que el conde Drácula estuvo en estas mazmorras durante siete años”, contó a la prensa local Abdurrahman Akyuz, director provincial de Cultura y Turismo en Tokat.

Akyuz añadió que una vez restaurado por completo el castillo servirá de atracción turística e incluirá un çay bahçesi, un establecimiento ajardinado con pequeñas mesas y taburetes para tomar el té. En Turquía, el té se sirve tradicionalmente en vasitos acampanados de cristal y es de sabor fuerte y color rojo oscuro, quizá como la sangre que alimentaba al conde Drácula y que siglos antes derramaron copiosamente las tropas de Vlad el Empalador.