miércoles, 1 de mayo de 2013



De ruta por las favelas de Rio

La próxima ciudad olímpica abre a sus puertas a las visitas de sus comunidades más humildes, levantadas en medio de exuberantes cerros rocosos y consideradas un lugar prohibido hasta hace no tanto. Ahora, en cambio, las recorren famosos como Madonna, Lady Gaga o Will Smith.

En medio de los barrios más ricos y turísticos de Rio de Janeiro, se levantan exuberantes cerros rocosos que mezclan lo que queda de selva con sus famosas favelas, barrios de casas hechas por los más pobres, ya fueran descendientes de esclavos o inmigrantes. Los booms migratorios de los 80 y 90 conviertieron estas montañas en inverosímiles aglomeraciones de ladrillo y vida. Hasta hace poco era un lugar prohibido o por lo menos temido por la mayoría de turistas debido al dominio del tráfico armado. Ahora, las favelas de Rio (en especial las de la Zona Sur y centro) son un destino turístico. Famo como Phelps, Madonna, Lady Gaga o Will Smith no abandonan la ciudad sin darse una vuelta por la favela.

Vistas desde Vidigal.

La entrada de la policía pacificadora, que ha expulsado el tráfico armado de las favelas más cercanas a las áreas turísticas y, en su lugar, aparece un agente cada pocos metros, permite que centenares de turistas se paseen a diario por aquí. Muchos creen que se trata de un intrusismo en la vida de gente pobre, una suerte de zoológico social para ver cómo viven, si bien también existen diferentes clases sociales y la mayoría de sus habitantes no viven en la extrema pobreza. La idea de poner a circular jeeps, como si fuera un safari, en los favela tour agudiza esa opinión negativa.

Improvisados miradores

Pero existe otra forma mejor de conocer las comunidades. A través de muchos hoteles, se puede contactar con autóctonos que te llevan hasta los mejores e improvisados miradores (al estar elevadas en montañas, las favelas tienen las mejores vistas de la ciudad). En la favela de Santa Marta, en el barrio de Botafogo, incluso hay guías turísticos haciendo guardia durante casi todo el día para acompañarte por un módico precio por la comunidad.

Turistas durante los tours.

Santa Marta se dio a conocer cuando Michael Jacksonaterrizó en helicóptero y grabó el videoclip de You don't take care about us (No os preocupáis de nosotros), frase que resume el sentir de las favelas, abandonadas por el Estado, y que le dio una visibilidad inédita. En la primera favela en ser pacificada (2008) no olvidan el gesto y hay un par de tiendecitas con souvenirs sobre el artista: vídeos, muñecos, camisetas... Una curiosa estatua de bronce a escala casi real y un mosaico multicolor que representa un sello de Neverland inmortalizan su visita en uno de los puntos desde donde se avista el Cristo Redentor, el Pão de Açúcar y la bahía de Botafogo.
Las vistas son un polo de atracción para turistas e inversores, que ven su agosto en la construcción de hoteles y otros puntos de ocio, incluso de lujo. Pero en Rocinha, la vista desde el pie de la ladera es tan espectacular como atisbar la playa de Sao Conrado, la Piedra Bonita, la de Gávea y el morro de Dois Irmaos, cada cual con un pico más bonito. El impacto visual de viviendas self-made, con barrios multicolor y otros de naranja ladrillo a carne viva, para más de 120.000 habitantes en una sola ladera, es inolvidable. Igual de aturdido deja ver el derramarse sobre la montaña de las luces de la noche en la misma favela, con el Atlántico a tu lado.

La más grande de América Latina

Rocinha, la favela más grande de América Latina, tiene una variada oferta gastronómica, con dos o tres restaurantes japoneses con cierto prestigio o el Cantinho das Baianas, un restaurante take-away para comer en taburetes en medio de la calle por unos cuatro euros. En la cara opuesta del cerro estáVidigalla favela chic o el Leblon de las favelas (en referencia al colindante barrio de Leblon, el más rico de la ciudad) por el clima agradable que se respira y la cantidad de extranjeros y jóvenes de clase media instalados.

Uno de los murales callejeros.

Con el acogedor clima de un pequeño pueblo y un cierto toque bohemio agudizado por artistas y músicos, Vidigal ofrece vistas increíbles a cada cuatro pasos. Consciente de eso, un austriaco montó, antes incluso de que la policía se instalase dentro de la comunidad, un hostal que hoy es una de las casas de fiestas más conocidas de la ciudad: el Alto Vidigal. El inolvidable amanecer en el horizonte de Ipanema, alumbrando la Lagoa, los cerros y la propia comunidad al ritmo de dub-step o música electrónica valen mucho más que entre los ocho y 15 euros que vale la entrada.
Otra fiesta sensacional es el jazz de Maze, en la favela Tavares-Bastos, cercana al barrio de Laranjeiras. Allí, Bob, un inglés ex corresponsal de la BBC, montó un club de conciertos con una colección de arte que va cambiando temporalmente y varias terrazas enfocadas a la bahía de Botafogo. La gran casa, con reminiscencias de arquitectura árabe y mediterránea, es tomada por verdaderos virtuosos casi todos los viernes (por unos 15 euros la entrada, el público no es de favela sino gente guapa de la ciudad y turistas), aunque también tienen lugar fiestas de rock. La vista, en este caso de la bahía de Botafogo y el Cristo, es impagable.

La oferta gastronómica

La oferta gastronómica más prestigiosa de las favelas es el bar de David, en la comunidad de Babilonia, cerca de Leme, barrio que colinda con Copacabana y con el que comparte costa. Se trata del único boteco, bares tradicionales de aperitivo y caña (en Rio,chopp). La deliciosa feijoada de marisco es asequible, aunque ni mucho menos a precio de favela.

La favela de Rocinha.

Aunque entre Ipanema y Botafogo, la Zona Sur de la ciudad, se encuentran la mayoría de atractivos dentro de la comunidad, cabe destacar también el patrimonio histórico de Providência, primera favela fruto de la espera de unos militares por recibir una tierra prometida del Gobierno. Al no ser alojados, ocuparon el cerro donde había una planta llamada favela que dio nombre a las comunidades. Las vistas de Maracaná y de la zona portuaria dan una perspectiva algo más gris pero igualmente impactante.
Más al norte, fuera ya de la zona noble, existen también favelas con concurrencia de turistas. Un teleférico sobrevuela las del complejo de Alemao, el mayor conjunto de Rio, que se ha convertido en visita obligada por la impactante panorámica color ladrillo que ofrece. En la de Maré, todavía en vías de ocupación policial por lo cual es posible encontrarse con algún traficante armado, existe un interesante Museo de las Favelas que recorre la historia de las comunidades (con un bonito simulacro de barraca de madera) donde también es posible aproximarse a actividades sociales y culturales. Es una visita fuera del circuito habitual que permite, sin embargo, tener un contacto más cercano con la realidad.