viernes, 16 de septiembre de 2022

 

La historia del megalodón que partió la espalda a una ballena

 

Fósiles hallados en la costa de Maryland (EE.UU.) sugieren un sanguinario episodio de depredación ocurrido hace 15 millones de años

 

Por: JUDITH DE JORGE

 

Con una longitud equivalente a la de un edificio de cinco pisos, una temible dentadura formada por casi tres centenares de piezas y una fuerza de mordida diez veces mayor a la del tiburón blanco, el megalodón no tenía competencia en los océanos del Mioceno. Pero su superioridad no siempre se traducía en una victoria como depredador.

Los grandes tiburones blancos -el animal vivo con el que más se compara al megalodón- pierden a sus presas en ocasiones. Y al gigante extinto pudo ocurrirle lo mismo. Al menos, esa es la explicación a unos extraordinarios fósiles, dos vertebras de una ballena y un diente de megalodón, de hace 15 millones de años encontrados en los acantilados de Calvert, Maryland (EE.UU.) y que han sido estudiados por investigadores del Museo Marino de Calvert (CMM) y el Instituto de Tecnología de Nueva York (NYIT).

Según explican en la revista 'Palaeontologia Electronica', la ballena, de unos 4 metros de longitud, pudo haber sido atacada por el megalodón. «El ataque dobló tanto la columna vertebral de la ballena que básicamente le rompió la espalda», explica a este periódico Stephen J. Godfrey, curador de paleontología en Calvert. Sin embargo, de alguna manera la víctima logró librarse del asalto y consiguió sobrevivir dos meses más.

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J. DE JORGE

Una de las vértebras conserva evidencias de una fractura mayor por compresión. Para que sucediera este tipo de lesión, las vértebras de la ballena tenían que haberse doblado con mucha fuerza en una curva tan cerrada que la presión de la vértebra delantera adyacente aplastó la otra. Esta habría supuesto una lesión terriblemente dolorosa para la ballena.

Las tomografías computarizadas realizadas a los fósiles muestran cómo se rompió la vértebra. El extremo anterior inferior se quebró y se introdujo telescópicamente en la parte inferior que no estaba rota.

Ataque desde abajo

El hallazgo de un solo diente de tiburón megadentado (Otodus megalodon) junto a las vértebras llevó a los investigadores a culparlo del ataque. El diente no estaba incrustado en las vértebras ni estas tienen marcas de mordeduras, pero a partir de otros hallazgos de fósiles se sabe que este gigante se alimentaba con éxito tanto de ballenas como de delfines.

 

«Los grandes tiburones blancos vivos a menudo emboscan a sus presas atacando desde abajo, por lo que es posible que el megalodón hiciera lo mismo. Sin embargo, no sabemos con certeza si el ataque vino desde abajo, por la espala o incluso si hubo un megaataque, aunque esa es nuestra interpretación favorita de las patologías conservadas en estas dos pequeñas vértebras de ballena», señala Godfrey.

Espasmos de ballena

 Los científicos reconocen que se trata de evidencias circunstanciales. También poblaban la zona otros macrodepredadores, aunque más pequeños, incluidos los tiburones Parotodus benedenii y uno de los antepasados del gran tiburón blanco vivo, Carcharodon carcharias. Tampoco se puede descartar la posibilidad de que la lesión haya sido causada por un ataque de un cachalote macroraptorial del Mioceno.

Igualmente, los autores valoraron que las fracturas fueran provocadas por convulsiones o espasmos. Se sabe que el envenenamiento por ácido domoico de las floraciones de algas dañinas causa convulsiones en las ballenas y está implicado en la muerte de las barbadas recién nacidas. Es poco probable, pero posible, que una ballena grande se vea afectada por este envenenamiento hasta el punto de sufrir una convulsión que cause una fractura de columna. De manera similar, las infecciones por protozoos causan convulsiones en ballenas dentadas y barbadas, aunque el diagnóstico físico de esto es imposible en un fósil.

Gran sufrimiento

Lo que parece claro es que la ballena sufrió mucho. La gravedad de la lesión traumática está a la altura de las observadas en las ballenas modernas que han sufrido traumatismos inducidos por la acción del hombre, como lesiones contundentes en el cráneo y las vértebras por golpes de barcos. Pero fracturas por compresión como la que se observa en la ballena fósil aún no se han informado en ejemplares vivos.

A pesar del espantoso encuentro de la ballena con el megalodón, el cetáceo sobrevivió durante un período de unos dos meses, algo que los científicos saben por cómo las heridas comenzaron a curarse por sí solas. «La ballena no vivió mucho tiempo después del trauma porque hay grandes áreas donde debería haber crecimiento de hueso nuevo, pero no ocurrió. Así que murió a pesar de su valiente intento de curarse por completo. No sabemos qué acabó con su vida: infección, inanición, otro ataque depredador...», dice el investigador. No resistió mucho tiempo, pero no cualquiera puede presumir de haber sobrevivido al ataque del tiburón más grande de todos los tiempos.

 

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