El muro que
detuvo a Donald Trump, por ahora
El presidente de
Estados Unidos, Donald Trump, pensó que con jueces más conservadores en la
Corte Suprema iba a tener la justicia a su favor, pero un hombre se encargó de
mostrarle que nombró jueces, no títeres. En una corte conservadora, los
liberales han ganado más de lo que se pensaba. Al menos por ahora.
El máximo tribunal,
cuyo término culminó el jueves de la semana pasada, fue protagonista de los
titulares en el último mes tras haber tomado decisiones en cuanto a la
migración, el aborto, los derechos de
la comunidad LGBT, la
libertad religiosa y, aún más importante, sobre el mismo Donald Trump, quien en
su último evento de campaña presumió de haber puesto a dos jueces conservadores
en el tribunal, creyendo que con ello había inclinado la balanza de la justicia
a su favor y con los que pretendía iniciar su revolución conservadora en el
país. Hasta ahora no ha sido lo que esperaba y va apilando derrotas que son
decepcionantes para sus votantes republicanos.
En su última derrota,
Trump reclamó que debía tener “inmunidad absoluta” frente a quienes estaban
tratando de investigar su declaración de impuestos, pues continúa tratando de
ocultar esta información al público, a pesar de que prometió mostrar el
documento en su campaña de 2016. Pero los jueces de la Corte Suprema,
incluyendo a Neil M. Gorsuch y Brett Kavanaugh (los nombrados por Trump),
señalaron el jueves que el presidente había sobrepasado sus límites y le
recordaron que “no está por encima de la ley” y que “no es inmune al proceso
penal ordinario”.
Fue una decisión
agridulce, pues, aunque le dio la posibilidad al fiscal de Manhattan de
investigar las finanzas de Trump para ver si violó las leyes de gastos de
campaña, la revelación pública del historial financiero del presidente no se
hará antes de las elecciones, lo que le evita un escenario electoral adverso al
candidato republicano. Sí, Trump perdió, pero aún consiguió lo que quería:
tiempo.
“Puede ser una decepción para muchos
analistas, dadas las altas probabilidades de que los documentos contengan
información que podría perturbar incluso a los partidarios de Trump. (Por
supuesto, no es que haya una escasez de razones para votar en contra de él,
particularmente dado su manejo de la crisis COVID-19). Sin embargo, las
decisiones representan victorias: indican que Trump no ha desfigurado por completo
a la Presidencia ni ha borrado los límites que la Constitución le impone”,
destaca Amy Davidson Sorkin, colaboradora de The New Yorker.
De fondo, así haya
sido a medias, esta fue una derrota legal para el presidente y, para muchos,
una victoria de la democracia.
“El hecho de que un
tribunal conservador que incluyera a dos de sus propios jueces nombrados
aplastara tan decisivamente el reclamo expansivo del poder constitucional de un
presidente republicano sirvió como un recordatorio de que las prerrogativas
institucionales aún importan en Washington, incluso en un momento de partidismo
extremo. La Corte sigue siendo ampliamente conservadora en asuntos importantes
como la libertad religiosa, pero en casos de derechos de los homosexuales,
migración, aborto y ahora en el poder Ejecutivo, ha desafiado al presidente
repetidamente en las últimas semanas”, escribió por su parte Peter Baker, jefe
corresponsal en la Casa Blanca de The New York Times.
La fortaleza actual de
la Corte se debe a la independencia y cautela del presidente del tribunal, John
Roberts, quien logró amortiguar el panorama de partidismo y
supremacía conservadora que se presumía habría en la sala con la inclusión de
los últimos dos jueces nominados por Trump.
En un gran porcentaje
de los casos que manejó el tribunal, el juez Roberts terminó siendo “la
mayoría” y gracias a ello pudo controlar quién escribía casi todas las
opiniones de la Corte, lo que les cerró el camino a los pronunciamientos
radicales y “fallos maximalistas”. Fue gracias a esto también que hubo
victorias y derrotas tanto para los liberales como para los conservadores,
pero, sobre todo, decisiones basadas en un estudio de la ley en lugar de
posiciones ideológicas.
El juez Roberts se
sumó al bloque liberal para poner fin a la ley que restringía el aborto en
Luisiana, votó en contra del plan para eliminar el programa de Acción Diferida
para los Llegados en la Infancia (DACA) y se unió a una opinión sobre la ley
federal de derechos civiles para proteger a los trabajadores de la comunidad LGBT,
lo que cambiará la forma en que vivirán y trabajarán más de siete millones de
personas gais, lesbianas y transgénero en el país. Pero también ha fallado a
favor de los conservadores en casos relacionados con la libertad religiosa,
dentro de los que destacan la limitación de la cobertura de anticonceptivos,
una iniciativa de Barack Obama.
El presidente del
tribunal puso un muro a las pretensiones del presidente, enseñándole el valor
de la ley y los procesos, y que no puede hacer lo que quiera. Esa es precisamente
la razón por la que Trump ha perdido en la Corte: porque quiere abusar del
poder Ejecutivo, pero en la persecución de ese objetivo ha llevado procesos
inadecuados que evidencian su desprecio por la ley.
La Corte, en palabras
de Neal Katyal y Joshua Geltzer, escritores de The Atlantic,
reafirmó un principio fundamental que Trump no entiende: “Que el poder
Ejecutivo debe tener razones legítimas y no arbitrarias para sus acciones... En
última instancia, eso es precisamente lo que está en juego mientras Trump sea
presidente. Si la ley importa, si construir un registro y considerar hechos y
proporcionar razones honestas importan, entonces Trump seguramente seguirá
perdiendo”, señalan Katyal y Geltzer.
Pero ese muro puede no
ser tan resistente para el futuro. Aunque el tribunal tuvo un enfoque
independiente y medido en este término, hay decisiones que pueden no sobrevivir
en el siguiente período. En el caso del aborto, Roberts ajustó su decisión
basándose en precedentes legales recientes, pero según le dijo Barbara McQuade,
profesora a la Universidad de Míchigan, a The Hill, el juez “parecía estar
telegrafiando a los opositores del aborto que deberían volver a intentar
limitarlo usando un tipo diferente de restricción donde la Corte no esté
limitada por precedentes”.
El DACA sobrevivió, pero
por un error de papeleo que el gobierno de Trump puede corregir para el futuro.
Y así también hay grietas para otros temas decisivos como el programa Obamacare
y los derechos de la comunidad LGBT. Por otro lado, también hay que destacar
las victorias de la derecha religiosa y los portadores de armas.
“Esta sigue siendo una
Corte Suprema extremadamente conservadora… Una explicación parcial de las
victorias liberales de este término es que los defensores conservadores se
adelantaron a sus victorias… Mientras el panel actual de nueve jueces de la
Corte se siente, los conservadores tienen mucho qué ganar, y los liberales
tienen mucho qué temer. La lección de este último mandato no es que la Corte
sea liberal; es que los conservadores no pueden esperar ganar cada caso que
traen, sin importar cuán débiles sean sus argumentos”, señala Ian Millhiser,
analista de Vox
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