La mitad
de los trabajadores de América Latina tienen un empleo informal
¿Cuántas
veces ha comprado un antojo en la calle o le han limpiado los vidrios del auto
mientras esperaba en un semáforo?
Sea cual
fuere su respuesta, la probabilidad de que los haya visto ganándose la vida en
las calles de Latinoamérica es muy alta: el número de trabajadores informales
es gigantesco, nada menos que casi la mitad de la fuerza laboral de la región o
unos 130 millones de personas. Pese a que la informalidad cayó significativamente
-del 65% en el 2000, al 47.7 % en la actualidad-, el escenario no deja de ser
preocupante.
Esta
situación implica, aparte de una menor recaudación de impuestos y un freno para
la productividad de los países, que un grueso de estos trabajadores no contribuyen
a un sistema de pensiones y están desprotegidos, por ejemplo, ante cualquier
eventualidad médica que les pueda suceder. La informalidad, según los expertos,
supone un freno para las economías latinoamericanas, cuya productividad se ve
afectada por el fenómeno.
A modo de
comparación, en los países de Europa del Este este grupo representa alrededor
del 12% de los trabajadores y en África Subsahariana alrededor del 72%, según
la Organización
Internacional del Trabajo (OIT).
¿Quiénes son
los trabajadores informales?
Los expertos
coinciden en destacar dos grupos diferenciados: aquellos que, al no encontrar
empleos atractivos, optan por trabajar por cuenta propia y deciden excluirse de
los beneficios del estado; y los que no logran conseguir un trabajo dentro del
circuito de la formalidad, mayoritariamente a causa de su nivel de estudios. El
denominador común en ambos casos suele ser que trabajan en PYMEs.
Dentro del
primer grupo está Lydia, de Lima, que se dedica a la venta de ropa por
internet. “Mis ingresos en este negocio no son muy altos, y si hiciera los
procesos formalmente no me compensaría”.
De hecho,
una investigación del
Banco Mundial revela que la mayoría de trabajadores por cuenta
propia informales tomó esta opción voluntariamente, alegando necesidades
individuales, generalmente en busca de flexibilidad e independencia, tales como
mejores horarios de trabajo. Un factor determinante es también la percepción de
que los beneficios del Estado son insuficientes. De todas formas, en promedio,
una tercera parte de ellos dijeron que preferirían un trabajo asalariado.
“La falta de
flexibilidad asociada a los empleos formales y el escaso valor atribuido a los
servicios ofrecidos por el estado hace que algunos trabajadores opten por la
informalidad”, explica Julián Messina, economista del Banco Mundial.
Países con
más informalidad
La
informalidad laboral en Latinoamérica no se distribuye de forma homogénea. En
países con una alta renta per cápita como Argentina, Uruguay, Brasil, Panamá o
Chile es sustancialmente menor que en Centroamérica, donde puede llegar al
70.7% de los trabajadores, como en el caso de Honduras, según la OIT.
En cuanto a
la composición de género, el 45% de los hombres y el 50% de las mujeres trabajan
en condición informal. Paralelamente, afecta al 56% de los jóvenes de 15 a 24
años.
En la última
década América Latina creó 35 millones de nuevos puestos de trabajo y la
participación de las mujeres en la fuerza laboral se incrementó gradualmente.
Estos logros han hecho que la región tenga una tasa de desempleo – un 6.5% en
2012- mucho menor a la de algunos países europeos, y similar a la de Estados
Unidos. Sin embargo, esta importante creación de empleos sólo ha venido
acompañada de una ligera mejora en la formalización.
Gran parte
de esto tiene que ver con que las empresas medianas y grandes innovan poco y,
al ser poco dinámicas generan poco empleo de calidad, como explica un
reciente estudio del Banco Mundial
Ante esta
falta de buenos empleos, muchos Latinoamericanos optan por abrir pequeños
negocios, que tienen un escaso potencial de crecimiento. Esto implica que la
región no está logrando aprovechar al máximo la capacidad productiva de su
fuerza de trabajo.
¿Qué hacer?
“Para
revertir esta situación se necesita generar condiciones para que las empresas
crezcan, y puedan así ofrecer más empleos de calidad”, explica Messina.
El experto
argumenta que, al incluir a más trabajadores dentro de los circuitos del empleo
formal, los países de la región crearían el espacio necesario para mejorar la
calidad de los sistemas de pensiones, salud o infraestructura.
En este sentido, varios países de la
región han iniciado reformas fiscales para aplacar la informalidad laboral.
Colombia, por ejemplo, está cambiando los incentivos para la contratación
informal, y haciendo más atractivos los contratos formales a través, por
ejemplo, de reducción a impuestos a la nómina.
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