Cuando
el futuro presidente se convirtió en un héroe
La noche del 2 de
agosto de 1943 zarparon de su base en la pequeña isla de Rendova, en
las Salomón, 15 lanchas torpederas, con la misión de atacar al convoy «Tokio
Express», que pasaría por el sur de la isla en su camino de
aprovisionamiento entre la base naval japonesa de Rabaul y la de Vila, según
las comunicaciones interceptadas el día anterior por el servicio de
inteligencia de la Marina. El teniente John F. Kennedy era el
comandante de una de las lanchas, la PT-109, en la que servían otros doce
tripulantes. Su embarcación no disponía de radar, por lo que redujeron la
velocidad para que el menor ruido de los motores les permitiera localizar algún
buque del «Tokio Express». Hacia las 2,30 h de la madrugada, uno de
los vigías de la PT-109 advirtió sobre un buque que salía de
las sombras, pero su velocidad impidió esquivarlo. El impacto partió en dos la
pequeña lancha. Dos de los tripulantes fallecieron por la explosión que destruyó
la mitad de la embarcación, pero los otros once sobrevivieron de manera
milagrosa. El buque japonés ni se detuvo, posiblemente intuyendo que no
sobrevivirían en aquellas aguas de haberlo hecho a la explosión.
Ante la posibilidad de
encontrarse con otro buque japonés, los once tripulantes, comandados por el que
sería el futuro presidente de los Estados Unidos, John F. Kennedy,
abandonaron los restos de la embarcación y se dirigieron a nado hacía la isla
de Plum Pudding, a 5 kilómetros de distancia. Kennedy, que había
pertenecido al equipo de natación de Harvard, agarró el arnés del
marinero Patrick Mahon, que se encontraba herido, y le ayudó a llegar su
destino. La isla no disponía de agua potable ni de víveres de ningún tipo, por
lo que Kennedy decidió nadar otros 5 kilómetros en busca de
alguna embarcación, pero fue en vano.
El 4 de agosto los
supervivientes nadaron otros 2 km, hasta Olasana. Desde ahí Kennedy y el
marinero George Ross partieron hasta Naru, a menos de un kilómetro, donde
encontraron una caja de madera con algunos caramelos y un depósito de agua de
lluvia. Esa misma tarde llegaron a la isla dos nativos de las Islas Salomón,
que trabajaban para la Armada australiana. Kennedy grabó un mensaje en
un coco que llegó hasta las manos del teniente Arthur Reginald Evans,
quien envío una canoa para recoger a Kennedy, quien consiguió ser trasladado
hasta Rendova, dónde embarcó en una lancha torpedera para recoger a su
tripulación. Tras el rescate tuvo que ser hospitalizado para tratar su
lesión de espalda, agravada enormemente durante estos días de tremendo
esfuerzo, y que acarrearía a lo largo de toda su vida.
Kennedy fue condecorado con la Medalla de la Armada y del Cuerpo
de Marines, lo que le convirtió oficialmente en «héroe de guerra»,
lo que le ayudaría en su carrera política, a pesar de que él siempre declaró
que la hazaña «fue involuntaria, ellos hundieron mi lancha». El coco sobre el
que escribió su mensaje lo conservó siempre Kennedy, y le acompaño en su
escritorio de la Casa Blanca. En la actualidad se exhibe en una urna de cristal
de la Biblioteca John F. Kennedy…
No hay comentarios:
Publicar un comentario