Rosario, ciudad de búnkeres y soldaditos
La eclosión del
narcotráfico en Argentina ofrece su cara más cruel en el municipio con mayor
tasa de homicidios en el país
El
soldadito tiene menos de 16 años. Vende droga en una especie de garita a la que
llaman búnker. La puerta es muy baja y a veces el chiquillo entra gateando. Un
adulto lo encierra desde afuera con varios candados. Así quedan a buen recaudo
el niño, el dinero y la droga. El aire penetra a través de un boquete del
tamaño de un ladrillo por el que el soldadito va sacando la cocaína y
recogiendo los billetes. Al cabo de unas ocho horas alguien le abrirá la
puerta, el niño entregará la droga sobrante junto al dinero recaudado y otro
soldadito tomará el relevo. Ganan 400 pesos (36 euros) por día y el derecho a
portar arma. En la ciudad de Rosario (un millón de habitantes, a tres horas en
auto desde Buenos Aires) hay cientos de búnkeres y soldaditos. Hace dos años en
Rosario no se usaban las palabras búnker, soldadito ni sicario. Pero la
eclosión del narcotráfico ha incorporado nuevos conceptos y una sorpresa cada
mañana. La de este sábado fue la
siguienteconversación:
-Lo
único que te pido es que me consigas dónde vive. Dónde vive, nada más. Y el
auto que tiene, que después yo me encargo.
-¿De
salchicha?
-Sí.
Salchicha es el juez Juan Carlos Vienna,
quien investiga a la banda deLos
Monos, el mayor grupo de narcotraficantes de Rosario. La
conversación fue grabada la semana pasada por orden judicial. Hablan dos presos
recluidos en dos cárceles de la provincia de Santa Fe, a la que pertenece
Rosario. Uno de los interlocutores es el sargento de policía Germán Almirón,
detenido por facilitar la fuga de un integrante de Los Monos. Estudiaban la
opción de matar al juez Vienna y al fiscal Guillermo Camporini mediante un
sicario apodado Anteojito. En otro tramo de la conversación el
policía afirma:
-Nunca
pasó en la historia de Santa Fe que mataran a un fiscal o a un juez. Hasta que
no pase todo va a seguir igual. Los dueños del poder son los jueces y los
fiscales porque nunca les pasó nada.
Argentina
en general y Rosario en particular están viviendo en los últimos años
demasiadas situaciones relacionadas con el narcotráfico que parecían exclusivas
de México o Colombia. El diario rosarino La Capital, estrechamente
ligado al poder provincial del socialismo, fue baleado hace meses durante la
madrugada. El periódico silenció el suceso y algunos de sus empleados no se
enteraron hasta esta semana, aunque aún puede apreciarse el impacto de una bala
en la puerta de hierro y el de otras en la fachada. También han sido rociadas
con balas de ametralladora las tiendas concesionarias de autos de lujo. Los
soldaditos de un búnker comentan que algunos concesionarios les deben dinero a
Los Monos. En enero murió una niña de cinco años que jugaba en la calle cuando
se produjo un tiroteo entre bandas, esta semana enterraron a una joven de
quince a la que también alcanzó una bala perdida... Cada mañana trae una
sorpresa que cada vez sorprende menos. “Hace un mes mataron a un alumno mío en
la puerta de la casa porque se enfrentó a los muchachos que vendían droga en el
búnker”, explica un maestro que solicita el anonimato.
Uno
de los búnkeres más famosos es el que se encuentra en un asentamiento de
infraviviendas en el barrio Refinería, frente a las Torres Dolfinas, los dos
rascacielos más altos de la ciudad. A pocos metros del búnker vive Hugo Godoy,
pastor evangélico de 51 años, varios hijos y 35 años de adicción a la cocaína.
“En mis tiempos había códigos, pero ya no. Ahora usan a los pibes porque
saben que al ser menores de 16 años, hagan lo que hagan no irán a la cárcel.
Aquí se mueve demasiada plata. Jamás vi tanta gente haciendo cola como veo
ahora. A veces no hay droga y la gente tiene que esperar un par de horas.
Cuando viene por fin la merca el soldadito se lleva las manos
a la boca, grita ‘¡que ya llegó!’ y esto parece la maratón de Nueva York”.
“¿Sabés lo
que es un fusil ruso de asalto?”, continúa Godoy. “Yo lo había visto sólo en
las películas. El sábado vienen a recoger las ganancias que hizo el búnker en
la noche del viernes. Llegan en un auto y se bajan con el fusil ruso al hombro,
sin esconderse de nadie. La policía no hace nada. Al contrario, todos los
policías se matan por trabajar en la Brigada de Drogas Peligrosas, porque es
ahí donde pueden ganar más dinero”.
Mientras
los narcos ofrecen a los niños la fuerza del grupo, el arma y el estatus, el
Estado cada vez parece más lejano. Juan Monteverde, miembro de la formación
izquierdista Giros, explica: “La respuesta del Gobierno provincial no puede ser
más demagógica. De vez en cuando avisa a los medios y derriba algún búnker.
Pero no hay nada más fácil que construir un búnker dos días después. El Estado
ha ido abandonando las políticas sociales en los barrios mientras los narcos
les ofrecen una identidad a los pibes”.
Monteverde
reconoce que el problema es complejo y no tiene una única solución. Pero no
cree que sirva de mucho implantar más agentes en las calles. “En México ya se
ha visto que al negocio del narco se le sumó el negocio de la guerra contra el
narco. Hay que explorar el camino de la despenalización de las drogas”.
Rosario
es la ciudad donde nacieron el Che Guevara, el escritorRoberto
Fontanarrosa, el músico Fito Páez, los entrenadores
MarceloLoco Bielsa y Gerardo Tata Martino, el
madridista Ángel di María y Lionel Messi. Si uno se limita a pasear por los
plácidos boulevares del centro o por la orilla del río Paraná, llena de
terrazas y gente practicando deporte, entran ganas de quedarse a vivir. Cuesta
pensar que hace dos años en esta ciudad murieron 183 personas de forma
violenta. Es difícil creer que el año pasado se cometieron 264 asesinatos y que
la tasa de homicidio ya es de 22 muertos por cada 100.000 habitantes, la más
alta de Argentina, cuatro veces mayor que la media del país. “Y en un barrio de
la periferia la tasa es de 30, la misma que tiene ahora Medellín”, explica
Carlos del Frade. “La explicación a esos contrastes es que Rosario es una
ciudad archipiélago, con islas de seguridad y otras islas donde se palpa la
violencia en cada esquina”, añade.
Ahora Rosario es conocida también en
Argentina por ser la
ciudad de la banda de los Monos, la de la familia
Cantero. También es la ciudad en la que el pasado octubre cuatro
encapuchados dispararon 14 balazos contra la casa del Gobernador socialista de
la provincia de Santa Fe, Antonio Bonfatti. Y es una de las dos
ciudades argentinas –la otra es Córdoba- donde fueron detenidos el año pasado
el jefe de la policía y el jefe de la sección anti drogas, acusados
de encubrir y proteger a los narcos. En el juicio contra la
banda de los Monos 10 de los 36 imputados son agentes provinciales.
¿Por
qué Rosario? Porque aquí confluyen carreteras con conexiones internacionales a
Bolivia y Paraguay; porque cuenta con varios puertos privados en la orilla del
río Paraná, indispensables para exportar la droga al exterior. Pero hay más
razones de fondo. Varios movimientos sociales colaboraron en un documental que
se titula La Ciudad del Boom y
del Bang. En él se explica cómo la producción de
soja en la provincia y su exportación a través de los puertos generó grandes
capitales. El dinero se invirtió en terrenos y edificios. Y con las viviendas
sobrevino una burbuja inmobiliaria. “La gran masa de capital atrajo también el
dinero ilegal, apto para lavar”, señala Del Frade. “¿Y qué mejor sitio que las viviendas
para lavar dinero? En Rosario hay 40.000
departamentos vacíos”.
Pedro
Salinas, miembro del movimiento barrial 26 de junio, lamenta que el socialista
Bonfatti no haya querido acometer una reforma integral de la policía
provincial.
La buena noticia es que
en Argentina la penetración del narcotráfico en las estructuras del Estado solo
parece incipiente. La banda de Los Monos no llega a ser ni una caricatura del
cártel mexicano de Sinaloa o el de Medellín. La mala es que el narcotráfico se
sigue usando como arma arrojadiza electoral y no se vislumbra ninguna política
de Estado por parte del Gobierno de Cristina Fernández. Y tampoco desde la oposición.
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