Mandela
y el gran capital
Más allá de las luchas de Mandela y del
pueblo negro, fueron los empresarios, los banqueros y el gran capital, los que
al final más contribuyeron a la caída del apartheid en Sudáfrica.
Nelson Mandela fue una de las figuras políticas más importantes
del mundo en el siglo XX y principio de este. Su grandeza es equiparable a las
de Roosevelt, Churchill y Gandhi. Es un símbolo del perdón y la
reconciliación en el mundo. El poder de la palabra, la paciencia, la
coherencia, el pra
gmatismo y su visión política fueron entre otras las armas más
poderosas que utilizó para derrotar el apartheid, pero su triunfo no lo había
logrado sin dos poderosos aliados: los empresarios y el gran capital.
Por eso uno de los aspectos más importantes de su legado fue el pacto
político que firmó con los empresarios y líderes políticos blancos sobre el
reparto del poder, en donde los negros controlan el poder político y los
blancos el poder económico de la nación.
Un asunto que fue fundamental para lograr una paz duradera en
Sudáfrica. Tema que analiza con profundidad y sapiencia, el escritor Anthony
Sampson, en su libro Sudáfrica: magnates, revolucionarios y apartheid. Un libro
que revela la relación que hubo entre las grandes multinacionales y los
movimientos políticos negros.
Sampson hace un análisis sobre la ruptura del gran capital y los
hombres de negocios con el régimen opresor y muestra que al final socavaron al
régimen y terminaron como figuras determinantes en la abolición del
segregacionismo.
Otro libro que aborda el papel del sector financiero y empresarial
en la caída del régimen es Sudáfrica: historia de una crisis del escritor
francés, René Lefort. En estos dos libros se hacen interesantes revelaciones
acerca de los roles que jugaron los banqueros, las multinacionales y el gran
capital en la caída del régimen segregacionista en Sudáfrica.
Lefort analiza como el sistema de segregación no se adaptaba, ni a
las exigencias de una industria moderna, ni a un nuevo sistema de producción
debido a que el desarrollo separado se constituía en un obstáculo para el
crecimiento de la economía más próspera de África.
En aquel momento varios sectores económicos sudafricanos, exigían
que para la expansión y la masificación de sus ganancias era fundamental la
derogación de la legislación racial. En virtud de que Sudáfrica se había
convertida en el centro de un enfrentamiento entre fuerzas revolucionarias y el
imperialismo en África.
Sampson examina cómo fue el viraje de los hombres de negocios y
del sector financiero, tanto en Sudáfrica como en Nueva York y Londres sobre el
régimen, el apoyo a las luchas de los negros y sus exigencias para que liberen
a Mandela y los otros presos políticos.
Estudia cómo el Comité de la Industria Británica para Sudáfrica y
los empresarios sudafricanos inician a preocuparse por el retiro de grandes
inversionistas y por los incrementos de las revueltas populares de los negros.
Esos dos hechos los obligaron a replantar el papel que jugaban en el
sostenimiento del apartheid.
Sampson muestra cómo fueron de trascendentales las primeras
reuniones en Londres, entre los líderes del Congreso Nacional Africano,
empresarios y banqueros hablaron sobre el futuro de Sudáfrica. Y cómo se fue
creando un clima de entendimiento, entre los intereses de los negros y el de
los magnates de emporios empresariales como la Ford, la fundación Rockefeller,
la Shell, General Motors, Chase Manhattan, Mobil, el Barclays, Texaco, British
Petroleum y la Anglo-American Corporattion.
Expresa que a pesar del escepticismo que tuvieron al principio los
líderes negros sobre el cambio de postura de los empresarios, finalmente
reconocieron que habían sido los empresarios los que habían tendido con más
eficacia que los diplomáticos el puente con occidente para acabar con el poder
de la supremacía blanca.
Señala que la crisis económica que habían generado el boicot
económico en el régimen fue de tanta envergadura que lo obligaron a reconocer
la necesidad de la abolición de la segregación. Además muestra cómo fue el
papel de los banqueros norteamericanos que habían sido piezas claves con sus
créditos para el sostenimiento del aparato económico, militar y represivo del
régimen. Pero cuando vieron que era inminente un triunfo de la rebelión negra y
lo que significaría eso en términos de expropiaciones de sus empresas y
capitales, adoptaron decisiones económicas que socavaron al régimen de forma
más drástica que las presiones ejercidas por los gobiernos europeos.
Las medidas adoptadas por los banqueros norteamericanos y
londinenses no fueron de simples estimaciones de pérdidas y ganancias de sus
bancos, sino las presiones de los grandes accionarios que esgrimieron el
argumento de que el apartheid no sólo era improductivo, sino moralmente
repudiable. Fue tan importante el boicot del gran capital que se demostró que
sus medidas fueron más determinantes que las ambivalentes políticas de las
potencias en contra del régimen.