Tuberculosis, la enfermedad de los vulnerables de Sudán del Sur
En 2017, murieron 3.510
personas, según cifras oficiales
De una población de 20.440 personas potencialmente
infectadas, se diagnosticaron 11.364 casos nuevos y murieron 3.510 personas en
2.017.
Primero
viene una tos seca, con mocos y sangre. Luego, las bacterias infectan los
pulmones comiéndose los tejidos. Llegan los sudores nocturnos y la fiebre
aumenta. Al cabo de los días, el cansancio es extremo y viene acompañado por
falta de apetito y la consecuente pérdida de peso. Si no se trata, la tuberculosispulmonar debilita gravemente a
las personas, que terminan demacradas. Finalmente, los pulmones se llenan de líquido, causando
insuficiencia respiratoria crónica. En esa etapa, el tratamiento es ya inútil.
El paciente morirá.
En
los campos de refugiados de Sudán del Sur, estos síntomas
son reconocibles para la mayoría de las personas; saben que deben acudir a un
médico tan pronto como aparezcan y se sientan enfermas.
En la
sala de aislamiento del hospital de Médicos Sin Fronteras (MSF) en el campo de
Protección de Civiles (PoC) de Malakal, hay un joven sentado junto a su cama:
enjuto y con un traje sucio y mal ajustado. A su lado, su anciana madre se
preocupa por su aspecto y, como todos los visitantes de la sala, lleva una
máscara en la boca para prevenir la propagación de la tuberculosis.
A pesar
de la insistencia de la mujer, que le dice que se está recuperando, el joven se
ve frágil y apenas habla. Es tan delgado que se ata un trozo de cuerda
alrededor de la cintura para sujetarse el su pantalón. En el suelo, tiene un
cuenco que usa como escupidera. La enfermedad ha avanzado, pero todavía existe
la posibilidad de que se recupere, aunque solamente lo logrará con medicación y
tratamiento adecuado.
MSF
brinda tratamiento contra la tuberculosis tanto para los desplazados del PoC
como para los habitantes de la ciudad vecina. De una población de 20.440
personas potencialmente infectadas, se diagnosticaron 11.364 casos nuevos y
murieron 3.510 personas en 2017, según cifras oficiales. Esto representa una
cifra en Sudán del Sur aproximadamente 13 veces mayor que la media de la Unión
Europea.
Sin
embargo, es casi imposible encontrar cifras precisas sobre casos de
tuberculosis debido al constante movimiento de la población que huye de la
violencia y a la falta de instalaciones médicas en las zonas inestables. Así
que el número de casos podría ser aún mayor.
La
tragedia de la nación más joven de África es que la tuberculosis se puede
tratar, incluso en sus etapas avanzadas, "pero en un campo de
refugiados, donde las personas se amontonan en chozas,
viviendo unas encima de otras, la enfermedad se transmite fácilmente.
La tuberculosis es principalmente una enfermedad de los vulnerables",
explica Harry Aichner, médico de MSF en Malakal.
"Muchas
personas viven con tuberculosis latente; pero tienen un sistema inmunológico
fuerte y pueden vivir mucho tiempo sin que se detecte o enfermen", añade
desde el hospital de MSF.
Hay
muchas formas de tuberculosis, pero en Sudán del Sur la pulmonar es el tipo más
diagnosticado y representa el 80% de los casos.
Podría
decirse que los pacientes de tuberculosis en Malakal tienen suerte, porque
tienen acceso a servicios de salud. No obstante, las condiciones de vida en el
asentamiento son terribles. El campo ha estado siempre densamente poblado.
Actualmente, el área de asentamiento de cada persona es de
17 metros cuadrados de media, cuando el estándar humanitario mínimo
es de 30 metros cuadrados. Hace dos años la población era el doble de lo que es
ahora y vivía en la mitad de espacio. Son las condiciones perfectas para la
propagación de la tuberculosis pulmonar.
"Estaba
teniendo fiebre, esta iba y venía. Creo que me contagié de un amigo. Me han
dicho que estaré bajo cuidado durante tres semanas", apunta un hombre de
unos 30 años.
Muchas de estas personas han perdido sus hogares y han sido testigos de cómo
el conflicto se cobraba la vida de amigos y familiares. Los hombres en edad de
luchar en el frente tienen miedo de abandonar el campamento, que está protegido
por la ONU, por temor a ser reclutados en una de las milicias, o directamente
asesinados.
Resistencia
a los medicamentos y tratamiento tóxico
La guerra
civil en Sudán del Sur ha obligado a muchas personas a huir de sus hogares,
alejándose de los centros de salud disponibles. Además, a medida que los fondos
para el sistema de salud se evaporan, los hospitales y clínicas existentes
antes de los combates tratan a duras penas de permanecer abiertos.
Se estima
que una de cada tres personas en está desplazada en este país o
vive como refugiada fuera de este. En ambas circunstancias, conseguir
diagnóstico y tratamiento para la tuberculosis es increíblemente difícil.
La
mayoría de los pacientes en Malakal han debido desplazarse varias veces debido
al conflicto. Cada vez que la línea del frente se acerca a una población, las
familias toman lo que pueden y huyen hacia la zona boscosa. Para los pacientes
con tuberculosis, esto puede significar perder la posibilidad de tener
medicamentos vitales y asistencia médica.
Sin
tratamiento, las bacterias de la tuberculosis pueden adaptarse, crecer,
fortalecerse y desarrollar inmunidad a los medicamentos más comunes. Cuando
esto ocurre, los equipos de MSF necesitan encontrar fármacos alternativos, que
a veces pueden ser tóxicos, con lo que se requiere que estos casos se
monitoricen de cerca. Con estas complicaciones añadidas, los pacientes tardan
más en recuperarse.
El estrés
que provoca vivir en una zona de guerra aboca a muchas personas al consumo de
alcohol y otras sustancias. Para algunos de los habitantes del PoC de Malakal,
ese es el único modo de liberar las presiones del día a día de un conflicto.
"El abuso del alcohol agrava los efectos de la tuberculosis,
ya que debilita el sistema inmunológico, disminuido ya por la
desnutrición", dice Aichner. Además, el consumo excesivo de alcohol
también puede afectar a la medicación y causar daño hepático".
Muchos de
los pacientes que están en la sala de aislamiento del hospital de MSF admiten
que beben mucho y que gastan hasta seis dólares a la
semana en alcohol. Esta es una suma colosal en un lugar donde hay
pocos empleos y casi todos sobreviven gracias a la asistencia de organizaciones
humanitarias. "Muchos bebedores terminan por vender sus raciones de comida
para comprar marisa, el alcohol local", añade el médico.
Para
muestra, el relato de un joven de 27 años que vive desplazado en el PoC de
Malakal: "Bebía alrededor de medio litro de marisa todos los días. Empecé
a sentirme mal y a toser. Perdí el apetito y he perdido peso. En total, he
pasado tres semanas en el hospital".
Huir
hacia Sudán
La
tuberculosis se ha extendido hacia el norte y cruzado la frontera hacia los
campamentos de refugiados en el estado del Nilo Blanco (en Sudán) por medio de
los refugiados que huyen de la violencia. Solo en 2017, 53.000 personas
buscaron refugio en estos asentamientos. A algunos de ellos les llevó tres
semanas hacer el viaje a través de la frontera hasta el mega campo de Khor al
Wharal, al que llegaron débiles y desnutridos.
MSF
brinda atención en ambos lados de la frontera a lo largo de la ruta principal
de migración. Los equipos trabajan arduamente para cubrir las necesidades
médicas de la población, muy cambiantes debido al gran flujo de refugiados. El
programa de tuberculosis se desarrolla en el lado sudanés de la frontera en los
campos de refugiados de Khor al Wharal y Al - Kashafa.
La
mayoría de los refugiados viven con una dieta basada casi exclusivamente en el
sorgo. La mala nutrición puede llevar a un paciente recuperado de tuberculosis
a una recaída, ya que su sistema inmunológico permanece debilitado. Este círculo vicioso puede repetirse una y otra vez.
"El
tratamiento puede ser difícil, especialmente para los refugiados que no tienen
acceso a una buena alimentación", explica Yumo Arop, auxiliar clínico de
MSF en Khor al Wharal. "Cuando alguien comienza a tomar sus medicamentos,
su apetito aumenta repentinamente. Pero si no tienen qué comer, el hambre pude
provocar terribles dolores, con lo que muchos pacientes dejan de tomar sus
medicamentos por completo".
En 2016,
MSF desarrolló un programa especializado de tratamiento y capacitación en
tuberculosis para el Ministerio de Salud. Los logros fueron inmediatos en 2017:
de los 190 pacientes en tratamiento de tuberculosis en el campamento de
refugiados de Khor al Wharal, el 66% se recuperó completamente.
Si bien
la tasa de infección de TB es definitivamente mayor en la población de
refugiados, la comunidad local de acogida también se está beneficiando del
tratamiento avanzado que ofrece MSF. Hameia Hamed Kameh, una anciana sudanesa,
ha visto cómo ha cambiado su vida después de haber dejado la cama donde la tenía
postrada la tuberculosis que afecta a su columna vertebral. "Con la ayuda de mis amigos y familiares, fui al
hospital de MSF. Otros médicos cobran mucho dinero por la atención, y además me
diagnosticaron mal. El tratamiento de MSF es gratuito", dice.
La guerra
en Sudán del Sur ha tenido un coste enorme para su gente y ha convertido una
enfermedad tratable como la tuberculosis en un desastre mortal para la salud
pública. La comunidad internacional debe hacer más para apoyar los sistemas de
salud en Sudán del Sur, especialmente en lugares como el estado del Alto
Nilo. La inversión en atención médica (personal
sanitario, instalaciones y suministros) puede traer un cambio real a la vida de
estas personas, incluso en los momentos más sombríos.
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