jueves, 12 de abril de 2012

Amanece en Birmania
El arrollador triunfo electoral de Suu Kyi augura la consolidación de la apertura militar
La aplastante victoria del partido de Aung San Suu Kyi en las elecciones legislativas parciales, todavía por confirmar oficialmente, augura una nueva era para Birmania. Son solo 45 escaños, una pequeña fracción del Parlamento, pero lo que otorga su condición histórica a estos comicios (primeros en los que ha participado la Liga Nacional para la Democracia desde que la dictadura militar ignorase su triunfo en 1990) es el hecho de que Suu Kyi, indiscutible referente moral de Birmania (oficialmente Myanmar), decidiera finalmente concurrir, tras entrevistarse el verano pasado con el presidente Thein Sein, motor del cambio reformista.
La magnitud del éxito del partido de Suu Kyi (la práctica totalidad de los escaños disputados) anticipa un rápido final de las represalias que Estados Unidos y la UE mantienen sobre el régimen militar birmano, perpetuado desde 1962. Sanciones que esperaban la prueba de fuego electoral después de un año en el que se han sucedido en el país del sudeste asiático inequívocos pasos aperturistas. El Gobierno del ex general Sein ha liberado a cientos de presos politicos, relajado drásticamente la censura de prensa y permitido la acción sindical. Y muestra signos claros de alejamiento del todopoderoso y absorbente vecino chino.
Resultará difícil a los birmanos, aislados y aplastados durante décadas, sustraerse a la euforia suscitada por el triunfo de Suu Kyi. Pero las expectativas sobre el alcance de la reforma en este país de 60 millones son desmedidas y precipitadas mientras sigan existiendo numerosos prisioneros de conciencia, continúe la violencia contra las minorías étnicas, o los generales y sus paniaguados políticos dominen el poder, el Gobierno y el Parlamento. Tampoco sería realista extrapolar la veneración que muchos de sus compatriotas sienten por Suu Kyi —de 66 años de edad y salud frágil— al previsible papel que le aguarda, tras veinte años de lucha, en los asuntos públicos de Birmania. Se ha pronunciado poco sobre aspectos concretos de política o economía, más allá de buscar el imperio de la ley o desmontar la Constitución de 2008, que garantiza a los militares la última palabra en todo.
De cómo la Nobel de la Paz, desde una indisputada torre moral, acomode su tránsito entre las ilusiones populares y las realidades con frecuencia turbias de la política, depende en buena medida el futuro de esta amanecida Birmania

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